Capítulo 1

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La justicia se presenta cuando menos te lo esperas y bajo la apariencia más escabrosa, peno nos siempre beneficia al que la busca y Dryah lo sabía bien. Recordaba haber caminado anteriormente por aquellos pasillos, la pesadilla cobraba vida cual serpiente enroscada que espera a que su incauta víctima pase cerca para atacarla, la misma sensación de ahogo que ahora aumentaba y se hacía insoportable por la falta de aquella única persona que le había dado la calma que entonces había necesitado. Pero ahora no era Eidryen el que marchaba por propia voluntad hacia la sala en donde sabía que volvería a encontrar los rostros de los cuatro poderes regentes de su clase, Los Ancianos. Todo había cambiado en un solo parpadeo y ahora era ella la que caminaba hacia aquella sala. Sus escoltas, dos siluetas encapuchadas se alzaban a ambos lados de ella, no habían pronunciado ni una sola palabra durante toda su marcha, de estatura un poco más elevada que la suya, la habían estado esperando a la salida de la sala de piedra. Inmóviles, silenciosos le habían tendido la mano en una muda invitación que ella había decidido aceptar.

Su vibrante mirada azul ascendió hacia el techo, fijándose en la piedra desigual que tallaba las paredes, un lúgubre corredor de piedra que cumplía muy bien la función de desalentar a los que se aventuraban por él.

Dryah se estremeció. Su vida, su mundo, todo había cambiado drásticamente. Ya no era lo que había sido una vez, lo sabía, lo sentía en lo más profundo de su interior, una presencia burbujeante a la par que calmante, protectora y fiera ... El Libre Albedrío. Era extraño como algo que no había sido suyo se sentía como si hubiese estado cada minuto del camino acompañándola, haciendo que no se sintiera tan sola como se sentía ahora.

Eidryen siembre había permanecido a su lado, de un modo u otro él siempre había estado allí. Incluso aunque había estado dormida, lo había sentido con ella enseñándole, preparándola para ese nuevo mundo al que se iba a enfrentar, desgraciadamente, para lo que no la había preparado era para su falta.

- No podré cumplir mi promesa. - susurró para sí, sus ojos se cerraron con fuerza ante el peso de todo lo que estaba ocurriéndole. Se sentía perdida, dividida, rota en mil pedazos - No soy tan fuerte, Eidryen.

Sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura. El constante dolor por la pérdida volvía a atormentarla cada vez con más fuerza, robándole la respiración. Dioses, dolía, muchísimo y nada de lo que hiciera parecía poder amainar ese dolor.

La lágrimas se deslizaron por sus mejillas dejando un surco de humedad a su paso, la garganta se cerró muda a cualquier intento de uso alojando una pesada piedra en su pecho que le comprimía los pulmones.

Dryah sacudió la cabeza, su largo pelo volando ala compás de su movimiento.

Las encapuchadas figuras que la habían estado escoltando se detuvieron a escasos pasos por delante de ella, mudos testigos de su desesperación.

- No puedo más. - jadeó dejándose caer de rodillas sobre el suelo - Oh dioses.

Todo su cuerpo se estremeció rotas las barreras que habían contenido a duras penas sus resquebrajadas emociones, su poder se alborotó en su interior emergiendo y envolviéndola cual sudario, creciendo a medida que crecía su angustia, el dolor y la desesperación que se alojaban en su pecho como una pesada carga.

- No me dejes sola. - murmuró cayendo sobre sus rodillas, doblándose sobre sí misma - No quiero estar sola, Eidryen, no quiero ...

Su poder empezó a crepitar a su alrededor azotando las desnudas paredes de aquel cavernoso pasillo arrancando esquirlas que volaban de un lado a otro con mortal puntería. Las figuras encapuchadas miraron a su alrededor y finalmente hacia ella, en un momento dado, ambos parecieron intercambiar una mirada antes de caminar hacia ella, arrancándose las capuchas.

Un blanquecino cabello quedó al descubierto, enmarcando el rostro más delicado y libre expresión que pudiese haber visto alguien en una mujer. Sus delicadas manos aparecieron por debajo de las mangas de su túnica cuando se movió hacia ella, el largo pelo meciéndose a su espalda.

Una mano masculina cubrió la suya un instante antes de que lograse tocar el hombro de la pequeña hembra, su mirada subió al rostro oscuro de su compañero, unos ojos color almendra totalmente opuestos a los suyos, unas facciones duras y carentes de expresión como las de ella rodeadas por un alborotado cabello negro. Él se limitó a negar con la cabeza antes de volver a bajar la mirada hacia la sollozante chica. Tiró de su compañera y ambos permanecieron de pie, contemplando el consumible dolor que envolvía a Dryah y que avivaba su poder.

El tiempo pasó lentamente, mientras permanecían cual mudos guardianes ante ella, al final las lágrimas se secaron y solo quedó un hipido.

- Debes continuar.

Dryah dio un respingo cuando escuchó aquella musical voz, pero era más que una voz, era como si varias voces entonaran al mismo tiempo y venía de su espalda.

- Ninguna intervención. - oyó de nuevo, solo que esta vez la voz era más oscura, masculina, y matizada de miles de voces.

- El destino ya está escrito ... ya no hay marcha atrás - volvió a decir la voz femenina y entonces Dryah sintió una cálida mano sobre su hombro - Recuerda tu promesa, Libre Albedrío y sigue adelante ...

- Sin rendirme. - musitó ella recordando las palabras exactas de Eidryen cuando le pidió aquella misma cosa.

"Sigue adelante sin rendirte, no importa que tan oscuro sea el camino, encontrarás luz al final."

Dryah abrió los ojos y jadeó tomando aire, se volvió inmediatamente a su espalda pero todo lo que encontró fue el vacío. Sus oscuras escoltas la esperaban a pocos pasos por delante de ella, esperando a que se levantara y volviese a caminar.

- No me rendiré. - susurró para sí, secándose el rostro y empujándose a sus pies - Todavía no.

Todavía le quedaban muchas luchas que afrontar, aquella, solo sería la primera para ganar lo único que Eidryen siempre había querido darle.

"Nunca te rindas, Dreamara, al final conseguirás la libertad."

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⏰ Última actualización: May 14, 2015 ⏰

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Encadenada a mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora