Uno, dos, tres...

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Capitulo 2

El solo me sonríe, a pesar de que es un chico alto y de aura intimidante algo en el hace que relaje mi postura que desde que llegué a estado a la defensiva.

El solo me mira sin hacer nada y yo a él, me siento como si el tiempo se parara por un rato es extraño e incómodo a la vez, nada ocurre hasta que "Franz" que ahora ya se su nombre pasa una mano por su cabeza retirando el sudor de su frente.

- Ich... Ich muss deine Wunde untersuchen... - Dice en un tono incómodo, esto de no entenderle me está frustrando.

Al ver mi cara solo señala mi costado, hacia la mancha marrón oscuro de sangre seca.

Levantó mi camisa un poco dejando mi herida a la vista, es horrible veo como esta cicatrizando pero por suerte ya no hay sangre.

El se hacerca con cuidado a verla, murmurando cosas que no entiendo.

Levanta la mirada hacia mí y solo hace un gesto con la mano de que al parecer mi herida está bien.

Logró apreciar sus ojos más de cerca, uno es verde olivo y el otro de un color ámbar con una pizca de verde en el, ojos que convinan a la perfección con pequeñas pecas repartidas en sus mejillas, cosa que cuando lo vi por primera vez pasó desapercibido, su cara tiene algunas cortadas y está llena de tierra y sudor.

Se levanta con rapidez y sale de la cocina en dirección a las escaleras no sin antes voltear a verme se queda parado pensando, inclina su cabeza hacia las escaleras señalando con sus ojos que lo siga,  ¿que es lo que pretende?.

A paso lento sigo el paso y subimos las escaleras procurando que ninguna tabla haga falso y nos haga caer, al llegar al segundo piso entiendo lo que quiere.

Busco entre armarios y gabetas, algo que me sirva, entro a una de las recamaras, al parecer es la de los antiguos dueños, a juzgar por la foto familiar que reposa en una de las mesas de noche era una familia, lo típico, un matrimonio y dos hijos, ...

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Busco entre armarios y gabetas, algo que me sirva, entro a una de las recamaras, al parecer es la de los antiguos dueños, a juzgar por la foto familiar que reposa en una de las mesas de noche era una familia, lo típico, un matrimonio y dos hijos, una niña pequeña y un adolescente varón.

No puedo evitar sentirme mal, ¿cuantas familias no se perdieron en esta guerra?, aun lo recuerdo.

Cuando la guerra inició solo se dijo que no pasaría a mayores y que debían conservar la calma, que todo pasaría de la noche a la mañana, lástima que no fue así.

Tiempo después los gobiernos abrieron convocatorias para enlistarse en el ejercicito, y poco después el reclutamiento obligatorio a todos los hombres para luchar por su país, las mujeres tampoco fueron excepción.

Trago en seco, aun recuerdo como cuando estuve en reclutamiento veía a hombres despidiéndose de sus familias, y a mujeres teniendo que dejar a sus hijos en manos de desconocidos.

Arrojó el marco de fotos lejos, ya no quiero seguir pensando en eso.

Al girar veo que Franz acaba de entrar a la habitación deja algunas cosas sobre la cama, un botiquín, cuchillas de afeitar, desodorante, pasta dental, lo típico que encontrarías en cualquier baño de un hogar.

Ni aunque grites te entendereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora