• 5. Recuerdos

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Capítulo corregido.

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Viajando durante todo un día, Akura por fin lograba llegar a aquel poblado de donde reconocía esa presencia que lo incomodaba. Era un simple olor mezclado con un presentimiento corrosivo. El camino del bosque era escueto y poco accesible, pues era una montaña de donde pudo vislumbrar el dichoso pueblo.

Notó que los caminos cercanos estaban decorados con listones blancos, morados y dorados. Al intentar adentrarse más sintió una leve presión en el pecho que, pronto inundó sus pulmones con ardor indescriptible. Reconoció que era una fuerza que destruiría los pulmones de cualquier demonio, excepto de él.

Era molesto.

Retrocedió un tanto indeciso entre seguir o no, pues era claro que aquello no era normal. No para simples humanos. Bajó de su caballo permitiendo que este se volviera a fundir entre las sombras dejando detrás de sí una pluma negra.

Intentó avanzar por segunda vez, y en lugar de sentir fuego en su interior un agudo pitido llegó a sus oídos. Tan intenso que no dejaba lugar para pensar. Era como si alguien más tomara posesión de su mente. Y el repentino deseo de huir acechó sin piedad a Akura que no supo que hacer.

«— No tienes porqué temer

— Espera, yo no quiero hacerlo... Por favor Siujin»

¿De quién era esa voz? Le resultaba tan conocida.

— Ya basta — mencionó mientras esperaba a que el aire regresara a sus pulmones que eran erráticamente llenados de aire, no podía regular su respiración. El fuego de su poder recorrió las venas de su cuerpo llevándose consigo la mayor parte de los efectos. Se recargó en el árbol viendo por el rabillo del ojo la lujosa fiesta a lo lejos que se llevaba a cabo mientras él se sentía ahogado.

Se puso la capucha negra cubriendo su cabeza con ella. Acomodó la correa de la katana en su espalda y guardó bien el artilugio que invocaría a su caballo. Si bien, los efectos de ese hechizo no eran nada para el Rey Demonio, no contaba con que lo afectaría de una manera diferente. 

Esperó un poco sentado en el suelo pensando qué hacer, quería descubrir qué era eso que lo había hecho venir a ese lugar, pero si entraba como siempre lo hacía, era muy probable que su objetivo huyera. "Si tan solo tuviera la habilidad de Tomoe» pensó. Le sería de gran utilidad, pero de cierta manera le hería el orgullo el pensar en necesitar ayuda.

Eso le hizo pensar nuevamente en que desconocía el paradero de su amigo, se había esfumado durante cinco meses y se negaba a creer que estuviera muerto pues no lo creía tan imbécil. Además, esa noticia hubiera corrido como agua entre los humanos. No otra vez. Y aunque el zorro no se había aparecido en casi 5 meses, Akura aún tenía la esperanza de que regresara.

El zorro siempre volvía a él, pero si algún día ¿si él se iba y no regresaba? Akura no quería volver a ser el responsable de perderlo todo, no quería otra traición. Los recuerdos amenazaban con volver, pero eso jamás lo permitiría. El pasado se queda atrás. Nada se puede cambiar.

Los pensamientos abrumadores y el persistente efecto sofocante lo empezaban a desquiciar poco a poco, generando en él la necesidad de erradicar aquello que lo empujara a esta situación. Su sed de sangre le resultaba saciadora, cuánto había deseado darse otro festín como ese. 

Tal vez ese deseo de asesinar era por la frustración de no poder controlar todo lo que tenía a su alrededor. Pero Akura no lo pensó del mismo modo. Vio con desesperación a las personas, los músicos se acomodaban para empezar la ceremonia. «Será fácil, como las demás veces, sin excepciones» pensó instantáneamente ¿no es eso lo que siempre hacían?

Akura el Asesino CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora