"Sin lluvia, nada crecería..."

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Tan solo hace 5 minutos atrás estaba de lo mejor en su jardín, gritándole a las plantas, removiendo la tierra, arrancando algunas malezas rebeldes y sembrando nuevas flores, su tarde estaba cerca de ser perfecta en el mejor de sus pasatiempos casi profesionales de herbolaria, así mismo le decía para equilibrar el rango de "bibliotecario" que se daba Aziraphale con sus libros, sino fuera porque hace 5 minutos tuvo que detener toda su ardua labor cuando sintió una gota de lluvia en la frente.

No es que Crowley le tuviera miedo al agua, en absoluto, de hecho disfrutaba de largos baños de tina con fragancias y aceites, era casi como una terapia relajante y tentadora, eso por supuesto fue uno de los mas grandes inventos del humano: las duchas de agua caliente. La higiene y el aseo personal. Así que Crowley no estaba en contra del agua, no. Era solo la lluvia, las tormentas, y por ende, el frio que trae.

Durante muchos años estuvo estudiando la posibilidad de mudarse, volver al medio oriente no era malo, allí fue feliz hasta que el club de fans de Cristo quiso culpar a los demonios por todo lo ocurrido, que descaro! Siendo culpa del humano!.. Así que mudarse a Europa fue por propia seguridad, aprendió a querer muchas cosas de la nueva cultura, con el tiempo recorrió de toda la geografía mientras nacía cada imperio, nación y país. Disfruto de la gente, de sus conflictos, sus guerras, era un demonio en pleno apogeo de aquella época de civilización. Aprendió a convivir con todo, menos con el clima.

En especial el clima de Londres. Del sur de Londres, donde sin previo aviso podía caer una lluvia torrencial y bajar las temperaturas drásticamente. Londres, donde habían tres meses de invierno cruel y nueve meses de lluvia. Nada cálido. Nada cómodo para una serpiente de sangre fría. En definitiva podía soportar esto únicamente por un factor.

- Ángel... — entro a la biblioteca, por norma general, su calzado limpio y sin ningún rastro de tierra. Convivir con el exPrincipado le había enseñado algunos detalles importantes sobre las reglas en el cuidado de sus libros y su espacio. Lo encontró entre un par de estantes, acomodando nuevos tomos, sin decir mucho mas se acerco para abrazarlo por detrás. — Zira, comenzó a llover... 

Solo basto ese gesto y mas el suave murmullo, para que el rubio sonriera un poco y dejara la caja a un lado, girándose para abrazarlo.

- Ya veo, querido. — observo por la ventana, notando como pequeñas gotas de lluvia iban chocando contra el vidrio. — Parece que no será tan torrencial, quizá solo una pequeña lluvia.

- Mmmmm Mmm — Crowley negó con la cabeza apoyada contra el hombro suave de Aziraphale, abrazándolo como estaba, trono sus dedos aprovechando que su mano se aferraba a la espalda del rubio, en un ángulo que no podía alcanzar a ver.

La lluvia de pronto comenzó a caer con goterones gruesos, con mayor abundancia, algunos relámpagos iluminaban el exterior para luego dejar escuchar un rugido feroz del trueno. Se había desatado una tormenta.

- Crowley, querido, escuche eso — se rio al ver el repentino cambio producto del milagro demoniaco.

- ¿Qué? No hice nada, esto es lejos de ser algo "malo".. ¿has escuchado sobre el calentamiento global? La tierra necesita del agua, sin estas lluvias, las cosechas no serán abundantes... — su explicación era pésima mientras trataba de no reír.

- Cariño, con una lluvia así ahogaras las cosechas. — Aziraphale suspiro con una sonrisa, tronando sus dedos para calmar un poco del diluvio que parecía una cortina de agua. La lluvia fue cediendo, hasta convertirse en un sonido continuo de tintineo rítmico y sosegado contra la ventana. 

Crowley odiaba los días de lluvia, odiaba el frio que representaba en el clima, pero curiosamente, amaba aprovechar cada instancia para justificar la cercanía con Aziraphale. Así había sido siempre, desde el primero de sus encuentros en aquel muro del Edén, y fue un habito que Crowley desde entonces siempre buscara de la protección del ángel. A medida que conocía y compartía con él, mientras iba fraternizando hasta convertirse en amigo, cuando ese amor floreció dentro con a calidez de una llama constante y dulce, cada día de lluvia iba fortaleciendo mas la cercanía que podía lograr con Aziraphale.

Llueve, hace Frio, y tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora