|Capítulo 4| Cita

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Mamá pensó que ir a dar una vuelta con el hijo mayor de los Gasten ayudaría a darle una mejor impresión al macho que la del té hace dos días, por ende me encontraba haciendo muecas de disgusto frente al espejo del tocador mientras la estilista estiraba, enrollaba y cepillaba mi cabello negro y rizado.

-Tienes un cabello tan salvaje, no comprendo cómo haces para peinarlo -resopló la hembra de piel celeste, ojos violetas y cabello lacio hasta debajo del culo.

No le contesté, no valía la pena. En su lugar me enfoqué en acomodar los finos tirantes de mi vestido. La verdad es que había sido toda una sorpresa cuando mi madre me permitió elegir mi vestimenta para la cita de hoy, y aunque no tenía ganas de salir e interactuar con algún macho, me tomé mi tiempo para acicalarme a mi misma. Me di un largo baño con mi jabón floral favorito y mi champú de frutos rojos, me tomé mi tiempo para pasar cremas por mi piel y al final elegí el vestido que usaría junto a los zapatos sin preocuparme mucho por el maquillaje.

Al final me decidí por un vestido que yo misma compré hace meses y que nunca pude utilizar porque mi madre no lo aprobaba, ya que muchas hembras faes comenzaban a utilizar prendas así. Pero a mi me gustaba y quería usarlo.

La prenda era fina, de color blanco con flores azules y celestes, con un solo tipo de tela, ajustado en el torso hasta la cintura y suelto hasta unos centímetros encima de la rodilla, con escote cuadrado, los tirantes eran finos y delicados. Sin embargo mi parte favorita eran las delicadas tiras que se entrecruzaban en la espalda, mostrando parte de la piel desnuda de mi columna ¿Iba a ser un escándalo usar esto? Seguro ¿Me importaba? No lo suficiente. Ya decían miles de cosas de mi, sumar algo más al montón no haría mucha diferencia.

La estilista optó por atar mi cabello con algunos broches de oro con pequeñas piedras azules. Me colocó un maquillaje suave, con un labial del mismo tono que mis labios y apenas unas sombras azules en los ojos.

Y ya estaba lista. Justo a tiempo.

-¡Piper! ¡Valdemar ya está aquí!

Me tomé un segundo para deslizar los guantes blancos con diseños florales por mis manos, usando unos que me llegaban a la muñeca y finalmente bajé las escaleras para encontrarme con el joven general Gasten y mi madre manteniendo una charla formal que se detuvo apenas me vieron.

Mi madre abrió la boca, completamente indignada con mi elección de vestuario y pareció que comenzaría a echar humo por las orejas. Por otro lado Valdemar no podía sacarme los ojos de encima, devorándome de pies a cabeza, mirándome con una intensidad que me hizo erizarme.

-¡Piper Blair Dealer! ¿Qué demonios te has puesto? Te ves...

-Preciosa -la interrumpió el joven Gasten, dando un paso al frente y ofreciendo la mano con caballerosidad -Te ves absolutamente preciosa, Piper.

Acepté su mano, sintiendo la calidez incluso a través de la tela del guante y la callosidad de sus palmas, sin duda por usar armas. Me guió hacia la puerta, dejando a mi madre boquiabierta y ni siquiera se despidió cuando salimos a la calle, entrelazando sus dedos con los míos y provocando que el corazón me dé una pirueta en el pecho.

Empezamos a caminar hacia un carruaje que esperaba por nosotros, me abrió la puerta como un auténtico caballero y tomé asiento en el interior, esperando por él. Una vez ambos dentro, dió dos golpes al techo y el carruaje emprendió rumbo hacia un lugar desconocido para mi.

No iba a mentir, estaba nerviosa y asustada a partes iguales. El general parecía menos gilipollas que su hermano menor, además de que hasta ahora no había intentado propasarse conmigo, eso sumaba puntos ¿Cierto?

Se aclaró la garganta y me obligué a mirarlo a la cara mientras apretaba mis dedos sobre mi regazo, temiendo que en cualquier momento pudiera causar algún estrago con mi magia estrangulada.

La bruja de Blackens | #0 |+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora