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GRANT PODÍA SENTIR COMO LE SUDABAN LAS MANOS. De repente se sentía un idiota. ¿Por qué había aceptado aquello? No era correcto. Estaba seguro de que inclusive en algún momento de la futura conversación que iba a mantener con Lidia ella le haría saber que una parte de ella esperaba se negara a hablar, porque ya no quería lastimarle ni abrir heridas del pasado.

Se encontraba sentado en el sofá cambiando los canales del televisor de forma compulsiva en un intento de distraerse y encontrar un buen programa de televisión. Pero parecía imposible porque sentía que sus pensamientos se lo estaban comiendo vivo.

Y entonces el timbre de su apartamento sonó, dándole un susto de muerte que logró mandar a volar el control.

—Mierda —masculló por lo bajo, recogiendo el control y dejándolo sobre la mesita de centro.

Sus pies se movieron lentamente hasta la entrada del apartamento. Las manos le sudaban y sentía un hormigueo revoloteándole por todo el cuerpo. Y entonces tras dar un fuerte suspiro abrió la puerta, encontrándose a la castaña que era tan solo unos centímetros más bajo que él, pero que aún así no eran suficientes para que ella no tuviera que levantar la cabeza para observarle.

Sus miradas se estrellaron y ambos sintieron como las respiraciones se les cortaban de golpe. Era asfixiante, pero emocionante. Tenían los nervios a flor de piel, y las miradas transparentes para que así pudieran leerse sin mayores problemas.

Y entonces como un impulso sincronizado ambos se arrojaron a los brazos del otro, presionando sus cuerpos con fuerza, haciendo saber cuanto se habían extrañado.

Ninguno supo en que momento se trasladaron al sofá y perdieron noción del tiempo, pero para cuando Grant pudo reaccionar Lidia ya iba a la mitad de su disculpa y explicación.

—Yo... sé que debí habértelo dicho, pero te conozco, hubieras insistido y yo no podía perder el trabajo de mí vida. En ese momento no me había dado cuenta de que habían cosas más importante que un par de canciones.

—Más de cinco mil canciones —le corrigió Grant.

—Sí, un par de canciones —le sonrió levemente.

—¿Sabes quién fue? —cuestionó Grant con curiosidad.

Lidia volteó la mirada, sintiendo como las manos le hormigueaban, pero era una sensación totalmente diferente al hormigueo que sentía con Grant. Esta vez sentía dolor, un dolor distinto.

✓ LET ME GO; Grant GustinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora