«Un duelo eterno»

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Una semana.

Una semana era el tiempo que había pasado desde que mi madre ya no estaba conmigo. Siete días, 168 horas y una laguna creada por mis lágrimas.

Una semana, que se sentía como una eternidad y la fuerza de mi tristeza arrastrandome por los tobillos hasta un agujero negro del cual no podía salir.

Habían pasado los días, las noches y las horas de una manera profundamente dolorosa dónde cada mañana despertaba rogando que todo hubiera sido producto de una pesadilla. Despertaba, rogando verla llegar a mi habitación o algo tan simple cómo volver a oírla caminar por la casa.

Cada mañana era la misma presión en el pecho al reconocer que ella jamás iba a regresar. Que jamás volvería a sentir su aroma que poco a poco iría desvaneciéndose de su ropa. Que jamás volvería a oír su voz personalmente, solo viejos videos o mensajes de voz guardados en mi celular.

Cinco días desde su funeral.

Cinco días, 120 horas, desde que tuve que decirle adiós para siempre. Cinco días desde que tuve que despedirme por última vez resignada ante su partida, entregando una parte de mi alma junto a una rosa blanca porque eran sus favoritas.

Fueron los días más oscuros de mi vida, sintiéndome arrebatada por un huracán lleno de angustia e impotencia dónde lo único que podía hacer para desquitarme era romperlo todo, pero eso tampoco funcionaba.

No importo que destrozará mi cuarto, o lanzará toda mi ropa, tampoco que tan fuerte fuera mi llanto. Nada bastaba, nada podía sacar de mi pecho el ardor de saber que ella no iba a regresar, que él había logrado arrancarla de mi vida cómo si estuviera en el derecho.

Nada iba a borrar de mi, que yo no pude salvarla.

Scott y Stiles se quedaron en casa, conmigo, cada día. Secaron mis lágrimas, ordenaron mi cuarto y lloraron junto a mí, compartiendo, sintiendo, mi dolor.

No me dejaron sola en ningún momento, dormían en el suelo o en los pies de la cama, donde sea con tal de acompañarme en el proceso. Con tal de no dejarme sola porque lo sabía, sabía que les preocupaba lo que yo fuera capaz de hacer al encontrarme de tal manera.

Y Scott se enteró de toda la verdad. Aarón se encargó de explicarle lo mejor posible todo lo que había estado sucediendo, lo sé porque Scott me lo dijo. Yo no respondí, porque no podía hablar.

Estuve días sin hablar, días eternos con mis pensamientos robándome la energía, torturandome de la peor manera. Lo único que podía hacer era llorar hasta dormir, durante esa semana mi persona se resumió a ser un mar de lágrimas y tristeza.

No era capaz de comer. Mi estómago se presiono ante la angustia, nada abría mi apetito y si lograba ingerir algo era porque Aarón permanecía junto a mi hasta que me viera vaciar el plato.

Aarón.

Cuando regresamos del hospital, esa misma noche, el se encerró en el cuarto que solía compartir con mi madre. Y yo me recuerdo allí, del otro lado de la puerta sin saber que hacer, divagando entre pasar o simplemente dejarlo sufrir en silencio.

Pero no pude contenerme, abriendo la puerta sentí la soledad de la habitación arrasando contra mi persona, viendo cómo todo estaba tal cual mi madre lo había dejado antes de salir.

Cubrí mi boca, sollozando un poco porque aún no podía asimilar lo que había pasado.

Y fue cuando lo ví, sentado en la cama sosteniendo en sus manos un anillo de compromiso que jamás pudo darle, dónde me corrompí en un llanto que él acompaño.

—Lo siento —susurre, sintiendo el nudo en mi garganta ahogandome la voz. Aarón alzó la vista, las lágrimas le empapaban las mejillas—. Aarón, lo siento por no poder salvarla

Él se puso de pie, abrazándome para llorar sobre mi hombro y yo me derrumbaba entre lágrimas tratando de olvidar lo que había pasado.

Deseando que solo fuera una pesadilla más.

—No fue tu culpa —murmuro entre los espasmos de su llanto y lo sentí presionar el abrazo—. Brooklyn, no es tu culpa

Y fue esa noche, en ese brazo, cuando supe que solo el amor podía doler de esta manera.

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Lost In My Identity » Teen Wolf #GOF2 » Stiles StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora