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SU HABITACIÓN estaba tal cual la dejó hace un año. El tapiz celeste pastel con pequeñas olas de un azul intenso, su cama, los muebles.. Todo estaba igual.
Deja su bolso sobre la cama y comienza a desempacar.
-¿Necesitas ayuda, AnniePoo? -dicen y levanta la vista encontrándose con Jeremiah. Él estaba apoyado en el marco de la puerta mientras que la miraba con una sonrisa-.
-¿Algún día dejarás de llamarme así? -cuestiona Moana y su amigo niega- La habitación sigue igual, creí que tu mamá la cambiaría.
-No dejé que lo haga. Le dije que te encantaba así y si algo cambiaba enloquecerías -se burla a la vez que se acostaba en la cama de un salto-.
-Me conoces tan bien.. -murmura mirándolo cruzada de brazos. Jeremiah le guiña un ojo- Y yo no enloquecería -le arroja un delfín de peluche-.
-¡Oye!.. Cuidado con el señor Escamas -se queja el rubio haciendo un puchero- ¿Viste?, está loca -le susurra al peluche, pero sabía que Moana le había escuchado-.
-Ya cierra la boca y ayúdame. Y su nombre es Lola, es niña tarado -la castaña le arrebata el delfín, haciendo que Jeremiah suelte una carcajada y se levante de la cama-.
Entre los dos pasaron un rato entre risas mientras que ordenaban sus cosas.
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Todos estaban sentados en la mesa cenando. Susannah y Laurel estaban en las esquinas, Conrad, Jeremiah y Steven en un lado y, Moana, su madre y Belly del otro.
-Steven, te lo juro -habla Laurel mirando a su hijo- Si miras ese teléfono una vez más, lo pondré en la cesta de las pantallas.
-Queremos ver sus bellas caras -dice Sara-.
-Las cenas pueden ser sin teléfonos, por favor -pide Susannah y todos los adolescentes asintieron-.
