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La noche, las estrellas,
tú y yo.

La noche estaba fresca y el cielo totalmente despejado. Pequeños puntos en el cielo iluminaban la oscura noche junto a la gran luna que curiosamente estaba en menguante.

Freya siempre había amado observar el cielo y era algo que todos sus conocidos tenían presente. Si le dieran a escoger entre el día y la noche, ella escogería el día sin dudarlo.

Pero había una parte de ella que siempre dudaba y pensaba que el cielo nocturno era mil veces mejor que el del día, a pesar de que la oscuridad que bailaba en el ambiente. Tal vez era por la calma que le transmitía aquella vista, o porque amaba ver la luna en sus diferentes fases, de cualquier forma, el cielo nocturno siempre lograba cautivarla aunque estuviera completamente nublado y con miles de susurros agobiantes pertenecientes a la gente que desahogaba sus penas a altas horas de la noche.

No le molestaba, de hecho, pensaba que eso hacía más especial esas horas del día. Y ella podía comprender a la perfección el sentimiento de querer desahogarse libremente sin temor a ser juzgada, ¿qué mejor oyente que la gran luna de la que nunca escucharía respuesta alguna?

Le susurró a la gran luna hasta sus más insignificantes molestias, en un intento de encontrar el sueño que sin razón alguna se le había esfumado.

Fue casi una pena el que no hubiese encontrado lo que buscaba, pero a cambio obtuvo la oportunidad de contemplar una hermosa noche estrellada que raramente se veía desde el marco de su ventana.

Gracias a ello, no puedo evitar pensar que, estaba feliz de no poder dormir, aunque tal vez sería un problema por la mañana y su día colegial.

Una idea repercutió en su mente, y Freya, dudando, dio torpes pasos al interior de su habitación hasta llegar a su mesa de noche donde había dejado su celular en cuanto llegó a casa. Lo aferró a su pecho con nervios, con el corazón latiéndole con ferocidad por culpa de su ambigua idea.

La pantalla se iluminó y el brillo de esta hizo que sus ojos se entrecerraran por la repentina intensidad de luz artificial que estaban recibiendo. Con una rapidez envidiable, bajó el brillo en su totalidad, aliviando a sus ojos de manera instantánea, pues ya no los estaba lastimando.

Sus dedos vacilaron al deslizarse por el táctil del aparato, pero finalmente terminaron encontrando lo que tanto había estado buscando. Su chat con su ya no tan amigo, Levi Ackerman.

Se mordió el labio inferior con nervios y se devolvió en sus pasos hasta llegar a dónde anteriormente había estado sentada.

Una pequeña ráfaga de aire azotó su rostro ocasionando que sus cabellos sueltos terminaran alborotándose y cayeran sobre su rostro. Los apartó con rapidez aún sintiendo ese pequeño temblor en sus manos causante de su nerviosismo.

Era casi cómico que se sintiera tan insegura respecto a escribirle al azabache cuando había salido a varias citas con él en las últimas dos semanas sin ningún problema. Se sentía ridícula.

Tomó una bocanada de aire en un intento inútil de controlarse. Al final, su torpeza combinada con la adrenalina del momento la llevaron a cometer su próximo error.

Estaba llamando a Levi Ackerman a las dos de la mañana sin previo aviso ni motivo aparente.

En un inicio, había tomado el celular solo para enviarle un mensaje en el que preguntaría si se encontraba despierto, aunque la respuesta era algo obvia.

El azabache era un persona con un horario de sueño desastroso, Freya era consciente de ello, pues además de haberlo notado gracias a las elocuentes ojeras bajo sus ojos, él mismo se lo había dicho.

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⏰ Última actualización: Aug 27 ⏰

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BOYFRIEND | levi ackermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora