‡Capitulo VIII‡

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Me levanté de un salto al escuchar fuertes golpes en mi puerta.

— ¡Ya voy, espera! — salté de la cama.

En cuestión de minutos me había lavado la cara y vestido.

Al abrir la puerta me encontré con una rubia tetona, en su característico uniforme rosa.

— Anda, Mimi. — la saludé.

— Vamos, hay que preparar las cosas. — dijo y me agarró de la muñeca.

Alcé las cejas, sorprendida ¿Miu siendo productiva? Wow, o sea, prácticamente me había sacado de allí arrastras.

— ¡Pero Miu! No ha salido ni el sol. — protesté, frotándome los ojos con mi mano libre.

— ¡Deja de quejarte, estrella del porno! Encima que lo hago por tí. — dijo pegándome otro tirón del brazo.

De un momento a otro mi cerebro volvió a funcionar, y me acordé de algo, había pasado la mayor parte de mi tarde con Kokichi así que no pude ver el resultado final de los decorados.

— Ostia, es verdad ¿Al final quedó bien? El decorado del escenario digo. — le pregunté de camino.

— ¡Obviamente quedó bien! No ves que yo estaba ahí. — se apartó el pelo hacia atrás con su otra mano. — Si no te hubieras ido lo hubieras comprobado por ti misma.

— Ya te dije que lo sentía.

— No me sirve.

Sin darme cuenta habíamos caminado hasta mi sala definitiva.

— ¿Qué hacemos aquí? — me froté los ojos con ambas manos ahora.

— ¿Eres tonta o tienes una calabaza por cerebro? Tú misma dijiste que querías vestuarios acorde. — respondió.

— Ah, sí, es verdad. — corroboré avergonzada.

Pasamos alrededor de unos quince minutos acomodándonos todas las piezas de nuestro vestuario.

Aunque algunas personas necesitaban más ayuda que otras.

— ¡Miu por favor, ponte recta! — le pedí colocando mi mano en su espalda.

— ¡Tsk! Joder.

Lucía un largo vestido blanco, de escote cuadrado y mangas largas y anchas. Era algo ajustado de cintura para arriba y no más largo de los tobillos. Además de tener distintos detalles que lo hacían lucir más de época.

— No me gusta nada ¡No tiene prácticamente escote! — protestó, tocándose las mamelungas.

— Es que en el siglo XIV no se llevaba eso de enseñar mucha piel, ya sabes, cosas medievales. — rodé los ojos y luego volví a sonreír. — Pero te queda divino.

— Ya lo sé, pero es incómodo, tapa demasiado, parece que voy a tomar la jodida comunión. — comenzó a rascarse el torso por encima del vestido. — ¿Qué mierda de tela es esta y por qué pica tanto?

— Es de calidad, lo que debe de picar son los encajes o etiquetas, pero tranquila, en un rato te acostumbraras. — le di unas palmaditas en el hombro.

— Claro, para ti es muy fácil decirlo porque llevas un puto traje.

Efectivamente, yo llevaba un traje de camisa blanca, chaleco y pantalones azul marino, y unos mocasines. Cada una de las prendas con sus bordados y toques de época.

— No entiendo cómo siendo eso ropa de tío viejo te ves más sexy que yo. — se cruzó de brazos.

— Eso es mentira, tú pareces una princesa. — apoyé mis manos sobre sus hombros, mirando su reflejo en el espejo.

Confidence (Danganronpa V3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora