Capítulo 10

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Dany

Me encanta picarle, sacarle de sus casillas. El pobre entra al trapo como un toro delante de un capote rojo. Seguro que se cabreará cuando se de cuenta de lo que he estado haciendo, pero lo hago por su bien. Apenas ha dormido lo suficiente, y pronto se caerá rendido de sueño. Mantenerlo despierto a base de cabreos es mi única manera de que no se duerma antes de que terminemos con todo este asunto.

—¿Quieres que lleve el camión un ratito? —Le pregunto cuando ya estamos a punto de subir para irnos del muelle de descarga.

—¿Pero tú tienes carné de conducir para estos trastos? —pregunta sorprendido.

—Carné no. Pero sé como se hace, moví alguno en nuestro muelle. —Solo fue echar a andar un par de ellos en línea recta para dejar libre el atraque, pero seguro que puedo conducir algunos kilómetros. En la autovía todo es recto prácticamente.

—Mejor sube a tu lado, no quiero que nos pare la guardia civil y nos ponga una multa. —Vaya, no he pensado en eso.

—Prefiero una multa a que tengamos un accidente. Necesitas dormir, Alex. —Una vez dentro del camión lo encuentro frotándose los ojos ojerosos.

—Lo sé, lo sé. Pararemos en la primera área de servicio que encontremos y echaré una siesta, lo prometo. —Al menos no lo ha negado.

—Ok, pero voy a estar dándote la tabarra todo el camino. —Veo un destello de reconocimiento en su mirada, al tiempo que arranca el camión.

—Eso es lo que has estado haciendo todo este tiempo, ¿verdad? Cabrearme para que no me duerma. —Me encojo de hombros.

—Pillada. —Su dedo índice me amenaza, pero no dice nada. Bien, porque sabe que no puede reprocharme nada, mi plan ha funcionado.

4 horas más tarde, estoy caminando hacia nuestro camión con un vaso enorme de café y dos bollos enormes. Alex me dijo que le despertase después de haber dormido una hora, pero no he querido. Tres me pareció mucho más aconsejable. Sé que lo hace para que estemos de vuelta en casa lo antes posible, pero a mí no me importa tardar un poco más. Me está gustando este loco road trip que nos estamos marcando los dos.

Trato de abrir mi puerta, pero está cerrada, así que doy la vuelta y abro la del conductor. Lo primero que aparece es la cabeza de Alex. Está tan dormido que ni se ha entrado. Dejo el vaso sobre la alfombrilla, y con mi mano libre lo sacudo. Mi cara queda a la altura de la suya, por lo que puedo ver su rostro relajado. Sin esa cara suya de tipo estirado puedo apreciar que esta bueno, muy bueno. Qué lástima. Como dice Alejandra, la encargada de la extrusora, «es una pérdida para la humanidad». Seguro que sería una locura de hombre si fuese más simpático. Simpático no es la palabra, quizás... accesible, sí, esa queda mejor. Si Alex se dignase a bajar al nivel del resto de nosotros, traería locas a más de una. Bueno, ya había alguna que lo encontraba muy bien hecho, y tenía que darle la razón. Hecho, está bien hecho.

—Eh, dormilón. —Lo sacudo un poco, lo justo para ver como uno de sus ojillos se abre ligeramente. —Tengo algo para ti. —Me inclino un poco para coger el café, cuando de repente soy atraída por una mano que me acerca a sus labios. ¡La Virgen, el Papa y todo el Vaticano!, ¿qué está haciendo este hombre?, ¿qué...?

No soy capaz de interrumpirlo, y tampoco es que quiera. El estirado sabe como besar, y no puedo decir que me desagrade.

—Eh... He traído café. —Consigo decir poco después de que sus labios me abandonen. Incluso levanto la taza para que la vea, algo que provoca que se incorpore como si le hubiese quemado.

—Dany, lo siento. —Parece incómodo. Genial, lo que toda mujer quiere, que un tío bueno la bese y luego diga que pensaba en otra.

—Tranquilo, seguro que te pillé en mitad de un sueño un poco caliente. —Dejo el café y el bollo en sus manos y subo al camión. Ya que él a ocupado mi sitio al incorporarse, y que no iremos a ninguna parte hasta que desayune, me parece lo más rápido para no dejar que se escape el calorcillo de la cabina.

—¿Cuánto he dormido? —Intenta cambiar de tema antes de darle un largo trago a su café.

—Algo más de tres horas. —Digo mirando el reloj de mi muñeca.

No dice nada más mientras devora con ansia los dos bollos. Menos mal que yo me he comido el mío en la cafetería. Cuando termina con todo, me mira mientras piensa en que decir.

—Será mejor que cambiemos de sitio. —Estoy a punto de abrir mi puerta cuando él me detiene. —No, bajaré yo, así me despejo un poco. —Hace un frío tremendo ahí afuera, así que no le discuto.

Arrastro mi trasero por el asiento hasta llegar al mío. La maniobra no es fácil con la palanca de cambios en medio, pero he debido de ser muy rápida, porque Alex todavía no ha dado la vuelta al camión. Estiro el cuello y más tarde las piernas, para tratar de encontrarle. Allí está, moviendo las manos mientras camina de lado a lado delante del camión. ¿Con quién está discutiendo? ¿Estará hablando por teléfono con alguien con uno de esos auriculares bluetooth que van a la oreja? Parece que se detiene, suspira, se yergue, y empieza a caminar hacia su puerta. Yo me siento rápidamente, fingiendo que no he visto nada.

—¿Listo? —Él asiente. Está a punto de arrancar, cuando de repente se gira hacia mí.

—No quiero que pienses que ha sido un error. —Acaba de dejarme pasmada.

—¿Qué? —Él suelta un suspiro antes de contestar.

—El beso. No tenía pensado dártelo, bueno, sí, pero no de este modo. Yo quería...—toma aire—Me gustas, Dany. Y me encantaría poder volver a besarte... Antes creí que era un sueño, por eso no me contuve. Pero ahora que lo he hecho... Me he dado cuenta de que no ha sido un error. Totalmente fuera de tiempo, sí, pero no un error. Me habría gustado charlar un poco más contigo antes, sin tratar de cabrearnos el uno al otro, y entonces, cuando la situación fuese propicia, te habría pedido permiso para besarte... Pero ahora...—gira la cabeza hacia mí de nuevo para mirarme a los ojos, que se habían vuelto esquivos durante toda su parrafada—No quiero dar marcha atrás... Y más vale que digas algo antes de que me vuelva loco, porque seguro que acabaré metiendo la pata y me llevaré un bofetón, seguramente merecido y... —No puedo dejarle que piense que ha estado mal, porque me he dado cuenta de que a mí también me ha gustado, y como él ha dicho, tampoco quiero dar marcha atrás.

No tengo idea de cómo acabará todo esto, pero estoy dispuesta a arriesgarme y probar. ¿Merecerá la pena? Como dice mamá, es preferible equivocarse, que pensar toda la vida que hubiese ocurrido.

Después de un beso más largo, mejor y más intenso, me doy cuenta de que lo estoy agarrando por la ropa como si temiese que desaparezca. Sus ojos me observan con tanta intensidad, que siento como me derrito por dentro. Esto no puede ser bueno.

—No te arrepientas todavía, Dany. Déjame cagarla primero.

—¿Cagarla? —Pregunto desconcertada.

—Soy un hombre, un snob estirado, seguro que la cagaré. Pero antes de que me mandes a la mierda, deja que disfrute de este momento, y de todos los que haya hasta el momento en que me eches de tu vida. —Trago el nudo que se ha formado en mi garganta.

—Si empezamos con ese mal augurio, no dejas espacio para las buenas expectativas. —No sé por qué, pero quiero que salga bien.

—La parte buena sé que estará en tus manos, porque todo lo que haces lo haces bien. —Me cogió las manos al decirlo.

—Pones mucha responsabilidad a mis espaldas. —Sus labios em vuelven a besar, como si temiese que me esté echando atrás.

—Prométeme que serás indulgente conmigo, necesito que lo seas, porque quiero que esto salga bien, lo necesito. —Wow, con palabras como esas, ¿para qué quiero ver un culebrón venezolano, o turco, o de donde sea?

—Lo intentaré. —Él me sonríe, y después se gira para arrancar el camión. Pero se lo piensa mejor, se da la vuelta de nuevo hacia mí, y vuelve a besarme.

—Haremos que funcione. —Por su forma de mirarme mientras lo dice, estoy por creerle. Tengo la certeza de que Alex está metido de lleno en esto, y por estúpido que parezca, yo también creo que esto va a salir bien, aunque seamos tan diferentes. Eso es lo que dicen ¿no?, que los polos opuestos se atraen.

Epílogo

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora