Capítulo 7

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Alex

Acostarme al lado de Dany no me pareció mala idea en ese momento. Después de dar vueltas por el hall de la hostería, al final decidí llevarla a la habitación que había reservado para pasar la noche. Viajé hasta la hospedería en mi coche, y sabiendo que iba a beber, prefería reservar una habitación, dormir la borrachera, y ya por la mañana darme una ducha y regresar a mi apartamento. El plan era sencillo.

Pero la noche se complicó, y acabé compartiendo cama con ella. Y no, no es que fuese algo sexual, sino que resultó ser de lo más inocente. El mejor sitio para que ella tuviese la pierna estirada y el pie en alto resultó ser la cama. Así que se sentó en ella, con la espalda acomodada en el cabecero y un cojín que coloqué bajo su tobillo dolorido.

Cuando fui al baño a ducharme para quitarme toda la peste a sudor, la dejé con el mando a distancia de la televisión en la mano y un mal humor de perros. Que te corten la fiesta cuando estás en lo mejor le fastidia a cualquiera, y ella no iba a ser una excepción.

Lo que más me costó fue convencerla de que no tenía intención alguna de aprovecharme de ella por estar borracha. Lo de tener una habitación reservada le pareció el acto que un canalla habría hecho con vistas a una conquista fácil.

Yo no soy de ese tipo de hombres, no me acuesto con cualquiera así como así, y mucho menos lo haría con una mujer que no me recuerde por la mañana, o que piense que la he violado o algo por el estilo. Las cosas como son, prefiero que la persona con la que me acuesto sepa lo que está haciendo y sus consecuencias. No quiero sorpresas ni por la mañana ni pasado un tiempo.

No pensaba acostarme con Dany, ni siquiera se me pasó por la cabeza una idea como esa. Pero cuando salí del baño y me la encontré dormida, no pude resistir la tentación de acomodarla para que estuviese más cómoda, arroparla, y acostarme a su lado para ver la tele hasta que el sueño me venciera. De todas maneras, la fiesta para mí también había terminado. Casi le pego un puñetazo a ese idiota que la estaba metiendo mano en la pista de baile. Estaba claro que ella no quería ese tipo de atenciones, y borracho o no, ese idiota tenía que haberse retirado. Pero hay gilipollas a los que el alcohol les vuelve idiotas valientes, y este era uno de esos. Así que intervine para sacarla de allí.

Así que aquí estoy, recostado en una cama con la cabeza de Dany casi sobre mi hombro. Se ha movido y está de costado echa una bolita. El cojín ha volado a alguna parte, pero no parece incómoda. La verdad, no me apetece salir de allí, se está calentito y hay tanta paz a nuestro alrededor que da pereza moverse por si la fastidio. Y como si solo pensarlo fuese suficiente, mi teléfono empieza a sonar. Sé que es mi padre por el tono, así que lo cojo rápido. Él no me llamaría tan temprano sabiendo que he salido de marcha la noche anterior.

—Dime. —Trato de no hablar muy alto para no despertar a Dany, pero dudo en si salir de la habitación para tener la conversación o simplemente irme al baño, opto por lo segundo.

—Tenemos un problema de los gordos. —Apreté el culo instintivamente, rezando porque no fuese algún problema de salud de los abuelos, o de mamá, o que hubiese ocurrido algo con Lucas.

—¿Qué sucede?

—El pedido de carbón de azúcar para Barcelona no ha sido recogido ayer. Se cargó como siempre la orden de recogida, pero al ser festivo la hora límite se adelantó dos horas y no entró la nuestra. Está programada para el día dos a primera hora, pero eso no nos sirve, tiene que estar a las 5 de la mañana en el centro de distribución de local de Carrefour o incumpliremos nuestro compromiso, y sabes lo que eso significa. —Lo sabía, no solo el pedido sería devuelto, con el consiguiente perjuicio económico para la empresa, no podríamos colocar ese lote a otro cliente, porque era un artículo poco demandado. Tendríamos que asumir el coste nosotros. Además que fallarle a una cadena tan grande como Carrefour es cerrarnos las puertas para posteriores encargos.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora