Capítulo 13

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Raina seguía admirando el hacha con mango rojo que reposaba inofensivamente en la pared.

¿Cuántos secretos ahora tengo que guardar? ¿Todavía hay más secretos?

Claro que los hay, Kamai.

Raina se despegó de la pared y se dirigió hacia la puerta de metal a la derecha, la más cercana a la escalera. Sin miramientos se quitó la chaqueta de cuero, dejando a la vista su corsé negro sin tirantes y su piel pálida y sedosa. Se llevó una mano a la parte de atrás del pantalón, sacando algo. Nada más y nada menos que una pistola. Abrí los ojos con sorpresa ¿Qué rayos? ¿A caso siempre va armada? Pulsó unos cuantos botones en la pequeña pantalla ubicada a un lado del candado que cerraba la puerta, luego tomó el manojo de llaves y de un movimiento la puerta se abrió.

Se giró mientras cargaba visiblemente la pistola.

-Puedes entrar si eres valiente-susurró antes de abrir la puerta suavemente con un golpecito de su bota de tacón.

¿Todavía tenía valentía en mi cuerpo? ¿Será que el estado de schock es el que estoy no me ha dejado caer en un ataque de pánico?

Siento el cuerpo dormido, y creo que por la misma razón mis pies caminan hacia donde desapareció Raina.

Una habitación igual a la que dejé a tras me saluda, sólo que no está igual de pulcra que la anterior. Las paredes que en algún momento fueron blancas ahora están manchadas de algo que parece ser sangre seca. Trazos aquí y allá, por doquier. Hace un frío un frío sólo un poco elevado. Hay un colchón y otra puerta de metal con una perilla normal. Un lugar especialmente diseñado para que nadie pudiera salir ni escaparse por ningún lado, ni una ventana, ni ventilación, nada. Pero lo que llama la atención no es eso, sino el hombre inconsciente recostado encima del colchón.

Su piel se ve de un color pálido anormal, cómo el de un cadáver. No lleva más que un pantalón vaquero puesto. Su cabello, el cual en algún momento debío ser de un color rubio natural, se ve opaco y seco, lo lleva despeinado, grasoso y pegado a la frente por el sudor, aunque aquí hacía frío. En los brazos y el pecho tenía magullones y golpes, al igual que el labio inferior golpeado.

En su muñeca derecha se aferraba un grillete con una larga cadena que lo sujetaba a la pared.

Raina se acercó hasta donde el hombre yacía inconsciente. Se acuclilló frente al colchón y le tocó la pierna con la punta del arma. Sólo se removió, pero no llevó a abrir los ojos. Con un suspiro, Raina se volvió a levantar y se dirigió a mí. Yo todavía seguía inmóvil en el marco de la puerta de metal.

-Tengo que esperar a que esté consiente del todo y un poco en sus cabales para poder seguir interrogándolo, la última dosis se la administré hace diez horas- pasó a través de la puerta y esperó a que yo me retirara de nuevo. Una vez más, volvió a cerrar.

Me quedé de pie frente a la puerta, admirando cómo volvía a introducir el código y el sistema emitía un pitido.

-Desde la fiesta ha pasado...-dije tratando de recuperar el hilo de lo que me había dicho del laxo de tiempo que les da a sus rehenes.

-Casi tres semanas-concluyó por mí- Lo que quiere decir que sólo le queda poco más de una semana para hablar.

Ella hablaba de espaldas a mí, en la escasa luz mortecina su piel se veía incluso más pálida.

Me quedé callado por un momento. No tengo ni idea de cómo me las he arreglado para retener tanta información en tan poco tiempo, la neurona que pensaba guardar para la Universidad se está invirtiendo en esto.

In Wald... Todos mientenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora