Alma

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Fin del año escolar, camino a un campamento de verano en el cual hemos estado pensando mi mejor amiga y yo desde septiembre; se supone que debería estar feliz... pero llevo unos tres meses con insomnio, falta de apetito y siendo antisocial... sí, más aún. En realidad, todo fue un cúmulo de cosas que hicieron que me empezara a sentir así: justo antes de eso era la persona más feliz del mundo, estaba contenta conmigo misma y me creía capaz de todo. Ya no queda rastro de esa persona, y por mucho que quiera volver a traerla de vuelta, parece que se ha esfumado. Supongo que la vida es así, siempre se va evolucionando, ya sea para mejor o para...

– Díselo tú, Alma– mi puto hermano Dani, como siempre, interrumpiendo mis pensamientos mientras me quitaba los cascos.

–¿Qué coño quieres?

– Niña, me podrías sonreír de vez en cuando– Desde que estoy así, es el que más se ha preocupado por mí.

– Tu hermano dice que los sábados por la noche podéis salir– Sinceramente, no sé cómo mi madre se cree siempre las mentiras de mi hermano.

– Si él lo dice... A mi me da igual.-- Y me volví a poner los cascos.

Piensan que no me he dado cuenta de la cara de preocupación con la que ha mirado mi madre a mi padre... aunque él no se ha dado cuenta, lleva los ojos en la carretera.

Al único al que le expreso mi cariño es a mi perro Gruff, que siempre sabe cuando acercarse a mi en el momento oportuno. Dos meses y medio sin él... Lo voy a pasar tan mal.

No escuché el resto de la conversación entre mis padres y mi hermano en lo que quedaba de trayecto. Fueron unos 40 minutos más hasta que llegamos.

– ¡Cuánto lo echaba de menos!-- Mi hermano lleva desde los 19 años siendo monitor de este campamento, y ya tiene casi 21. Yo, con apenas 18 recién cumplidos, voy a tener que estar vigilada por él. Eso es lo que quieren mis padres, que intente volver a ser yo pero con vigilancia. Es la oportunidad perfecta, lo han visto claro: mis padres, preocupados por que pase un verano inolvidable; mi hermano, monitor de campamento; yo, que según ellos no soy feliz porque no socializo. No saben que a mi no me pesa mi soledad, estoy más agusto conmigo misma que con cualquier otra persona. Típico de capricornio, ¿no?

Por fin veía a mi amiga Mar, quien espero que sea mi vía de escape aquí.

– ¡Me muero de ganas de empezar a conocer gente!-- Que ironía, yo me muero también de solo pensarlo. Creo que una de las cosas por las que combinamos bien es porque nos complementamos: ella es social, yo no; ella tiene novio, yo no; ella le cae bien a todo el mundo, yo no... y podría seguir diciendo miles de cosas.

–Espérame. Voy a coger las maletas– Al primero al que me dirigí para despedirme fue a Gruff, no entiendo como se puede querer tanto a un animal.

– Ahora toca que todos los besos que le has dado a tu perrito se los des a tu madre– Mi madre es muy cariñosa y muy buena conmigo, pero no doy capaz de expresarle cuánto la quiero. Luego me despedí de mi padre y mi hermano, Mar y yo nos dirigimos a la entrada.

–Joder, cuánta gente– Pensé en alto.

–¡A qué sí! Estoy deseando conocer a todos.-- Obviamente esa es Mar.

–Quedaros aquí, voy a ver con quién os ha tocado en la cabaña– Los alojamientos aquí son de 4 en 4 y aleatoriamente, pero como mi hermano tiene enchufe, consiguió que nos pusieran a Mar y a mí juntas. Creo que lo hacen un poco por pena, pero no me pienso quejar.

–Vale, vuestras compañeras se llaman Coral y África. Estáis en la cabaña 2... ¡Qué casualidad, bien cerca de mí!

–Vaya sí, que casualidad...– dije irónicamente.

Cuándo entramos, las otras dos ya estaban allí. La verdad es que me transmitieron buenas vibras. Coral era muy alta, rubia con el pelo rizado y unos ojos verdes; África era todo lo contrario. morena, pelo oscuro y ojos castaños. Gracias a Dios, no me costó abrirme con ellas, fue como si las conociéramos de toda la vida. Me encantó esa sensación. Una lástima que no fue igual con todo el mundo.

En la presentación, donde nos conoceríamos todos, pude notar alguna que otra mala vibra. Y sí, lo siento mucho pero soy así, si no me caes bien con solo verte, es difícil que me cuadres. Específicamente había dos tías que conocía porque eran de mi pueblo y no soportaba: Pamela, una acomodada que se creía la reina de España y Dara, que tenía pinta de meterse todo el Sahara por la nariz. En cuánto a tíos, pues sí que había alguno que otro muy guapo, pero jamás se fijarían en mí, sobre todo si Mar está a mi lado. Siempre he envidiado eso de ella: es guapa al natural, tiene carisma y una sonrisa bonita, y para colmo es simpatiquísima. Los tíos siempre se han acercado a mí para que se la intente conseguir, pero le quiere ser fiel a su novio. No me malinterpretéis, estoy muy de acuerdo con eso de la fidelidad, pero su novio me cae mal y a mi me encantaba hacer de celestina cuando salíamos de fiesta... cuando estaba bien. Me llamó la atención Joel, tenía raíces dominicanas y era bastante mono. Tenía ricitos por toda la cabeza y rasgos latinos bien marcados... en todos los sentidos.

Tú, yo y el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora