ALMA

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 Después de la presentación, tuvimos que hacer una actividad en grupo con los compañeros de nuestra cabaña, para hacer piña. Mar fue la primera en darse a conocer. Ya sabíamos nuestros nombres y edad, porque nos habíamos conocido en la cabaña. Teníamos que contar algo más. Coral contó que su pasión era el fútbol, que tenía novio pero lo dejó hace poco, que los chicos siempre la habían visto en plan "machorra" por jugar con ellos en el mismo equipo y que era Tauro. Información importante. Todo lo que contó Mar, yo ya lo sabía: que tenía novio, que era muy sociable, que quería ser enfermera... Y empezó a contar que no se llevaba muy bien con su madre. África nos dijo que ella estaba soltera, no quería a un hombre al que le tuviera que dar explicaciones. Nos contó que hace poco murió su abuelo y que su madre la había mandado aquí para que se distrajera un poco, ya que había vivido con ella toda la vida. Me sorprendía la facilidad con la que contaban sus problemas a gente que acaban de conocer, pero eso también me dio algo de confianza, sentía que eran de fiar. Yo no sabía que contarles. Podría haber dicho como me he sentido durante estos meses y explicarles mi teoría sobre cuando empezó todo, pero hubiera sido demasiado para empezar.

–Niña, ¿qué tal todo?-- Me salvó mi hermano. Vi en la cara de África que le había gustado. No la culpo, un moreno así de ojos verdes no se ve todos los días.

– Perfecto– Le sonreí irónicamente— Ya te puedes ir.

– Ojalá algún día te des cuenta del pedazo hermano que tienes... Y no lo digo solo por lo bueno que estoy– Y empezó a hacer poses de gymbro o qué sé yo. Todas empezamos a explotar de la risa por lo patético que estaba siendo. Lo hacía queriendo, para que yo sonriera– Ven a ver al canario y a Massimo, tienen ganas de verte– A estos dos los conocí el verano pasado, justo después del campamento. Mi hermano los trajo una semana a casa y se la pasaron de fiesta. No me quisieron llevar a ninguna.

–¿Tiene que ser ahora?-- Pero instantáneamente pensé: si me quedo aquí, voy a tener que contarles algo. Sin dejarle responder le dije– Bueno, voy. Os veo luego en la cabaña.

–¡¿Pero cuánto ha crecido la pequeña?!

– Lucas, eres irritante– Durante el tiempo que estuvo en mi casa se dedicó a picarme.

– ¿Qué pasa, chula?-- Massimo me trataba como su hermana pequeña. Me chocó los cinco. La última vez no tenía ese tatuaje de una calavera en la mano, aunque tampoco me extrañaba que se lo hubiera hecho, era de las pocas partes del cuerpo que le quedaba por llenar. Teníamos una relación de amor-odio, es decir, nos peleábamos siempre en plan coña pero luego nos llevábamos bien.

– Espero que este año no tenga que salvaos el culo– Les dije, y es que, la semana que estuvieron en mi casa, se dedicaron a mentirle a mi madre para salir– O si lo voy a tener que hacer, por lo menos invitarme a mí también.

– Es verdad Dani, se puede venir con nosotros el sábado– Sorprendentemente Lucas me apoyó.

– Ni.de.puta.coña. No tiene edad

–Dani tiene razón, es demasiado inocente para todo lo que se ve allí. Además, viene Fabián. No tenemos ojo para vigilarlos a los dos– Odiaba que Massimo apoyara siempre a mi hermano.

– Perdona, se me olvidaba que érais tan mayores y responsables. Una pena que me importen una mierda vuestros sábados.-- Acto seguido, me fui.

Regresé a la cabaña y las chicas estaban hablando sobre esta noche, sobre lo que se iban a poner. Por lo visto la temática era hawaiana. ¡Qué original!

–¿Qué te vas a poner, Alma?-- me preguntó Coral.

– Ni siquiera tengo pensado ir.

– Alma, ven conmigo– Mar me cogió de la mano y me llevó al baño.

– Quieres volver a ser la de antes, ¿verdad?-- me sorprendió el tono tan serio en el que me habló. Dudé un momento, pero asentí.-- Bien pues pon de tu parte. No se puede ayudar a una persona que no quiere ser ayudada.

– No sabes lo difícil que es para mí.

–Vale pues explícame porqué y te intento ayudar.

–A ver...– esto parecía una consulta con el psicólogo– ...cuando conozco a gente nueva, no puedo ser yo misma, siento que todos me juzgan.

– Alma, las personas van a su bola, de verdad que no se paran a pensar tanto. Y sí, hay personas que van a hacer daño, pero son una minoría que la gente capta rápido y se alejan de ellas.

Blablabla. Todo muy típico, todo lo que todos ya sabemos. Se lo agradezco, pero no es tan simple como eso. No quería seguir con esa charla, así que asentí y salimos del baño. Está bien, iría a esa estúpida velada, pero solo me quedaría un rato.

La tarde se pasó rápido, nos hicieron una visita por el campamento. En realidad no había mucho, pero era suficiente: justo al entrar estaba la portería, donde había un botiquín por si nos pasaba algo; en frente, el despacho de Susana y una sala donde se reunían los monitores para preparar las actividades. Un poco más lejos estaban las cabañas, no las conté, pero habría unas 26. Muy cerca estaban las duchas. Más adelante, estaba el comedor y una especie de "plaza" donde se celebraban las veladas. Al lado de la placita, había una gran piscina. Y no había mucho más.

Llegaba el momento de prepararse. Siempre he sido bastante presumida, me encanta vestir bien y maquillarme, eso nunca lo he perdido. Hay veces que no me entiendo ni yo, porque tengo poca autoestima pero mucho ego. Hasta para eso soy rarita. Me puse una falda larga de estampado de hojas y un top blanco de hombros caídos.

Al llegar al comedor, nos dieron un collar y una especie de corona, los dos hechos de flores. Había de comer hamburguesa con patatas y yogur o piña.

Después de cenar, fuimos todos a esa especie de plaza en mitad del bosque. Estaba decorada con muchas flores, hojas, y animalitos, falsos obviamente. Escuchamos a Susana y a su discurso interminable, que la verdad, no sé muy bien de qué iba, me la pasé viendo Tik Tok. Mi intención era irme cuando nadie me viera, pero sabía que quedaría mal con las chicas, así que les dije que me dolía la cabeza y que quería descansar. Mar sabía que era mentira, pero me dio mi espacio.

Cuando llegué, me tumbé en mi cama y empecé a leer El baile de las luciérnagas. Por fin tranquilidad...

Tú, yo y el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora