Hacer ejercicio con la espalda repleta de cortes había sido una pésima idea.Dolía tanto que apenas sí se podía mover haciendo que constantemente sus compañeros le preguntaran si se encontraba bien.
— Oh, solo estoy cansado nada más.
Levantó sus brazos y los estiró sintiendo toda su espalda arder, era insoportable, se sentía como el infierno. Se planteó abandonar el entrenamiento de ese día e ir a descansar, pero no, claro que no podía, ahora él era el capitán, el líder, esa responsabilidad se lo impedía.
A Mikoto le gustaría ser fuerte, tan fuerte como para poder soportarlo todo, para soportar toda esta carga.
Sintió un calor inusual en su espalda que le hizo sospechar de que algo malo se avecinaba, un mal presentimiento se acunó en su pecho, oprimiéndolo.
Duele tanto.
Un grito irrumpió en el salón interrumpiendo el calentamiento del equipo. Su nombre retumbaba en las paredes, fue descubierto.
Las heridas de su espalda sangraron un poco sin embargo al ser tantas habían terminado tiñendo su camisa blanca de rojo.
Todo se volvió un caos, todos se le acercaban intentando ayudar, todos tenían preguntas, todos querían saber qué pasaba.
— Estoy bien, no es nada.
Con todas las miradas puestas en él, se sintió pequeño e indefenso, un fenómeno, el entretenimiento del día.
A nadie realmente le importaba, nadie se encontraba genuinamente preocupado, solo buscaban un tema del cual poder hablar por los pasillos, solo buscaban los
detalles para luego poder presumir con ellos.Una mano se posó sobre la suya y lo llevó lejos del bullicio, la mano lo sostenía con firmeza y a la vez lo reconfortaba.
Era su mejor amigo, quizá el único que aún conserva y sabía lo que debía hacer, sabía lo que tenía que decir.
— Un día él terminará matándote Mikoto.
La gente me lo advirtió, no quise escuchar; la gente me lo advierte, no quiero escuchar.— Él me ama y yo a él.
Su amigo guardó silencio, había hablado tanto que ya no tenía palabras para el chico.
El no podía hacer nada si Mikoto no se lo permitía y Mikoto jamás lo haría.
— Vamos, voy a curarte esa espalda.
He incluso con su espalda sangrando no pudo evitar pensar en Minato.
El hermoso demonio volverá a empañar tus bellos ojos, volverá a herirlo.
Y Mikoto lo esperaría con los brazos abiertos.