《Capitulo 4》

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                                       Chris

Ayer en la noche me quedé pensando en cómo sería El Club, sabiendo que Emma estaba allí, y fue la que me invitó en primer lugar, así que supongo se podrán hacer una idea de lo realmente emocionado que estaba.  Yo practico algo de guitarra en mi casa, y digo "algo" ya que no es como antes en lo absoluto. Diría que fui perdiendo ese interés con el tiempo, fue un viejo regalo de mi padre por mi décimoquinto cumpleaños, no negaré que en aquel entonces me hizo mucha emoción. Pero siempre me gustó, lo admito, aún sigo practicando ya que en lo personal me da buenas vibras y me siento bien cuando toco.

Bajé raudo hasta la cocina ya cambiado, la emoción en mi rostro esbozaba, misma que notó mi hermana una vez bajé las escaleras con rapidez. Me interrumpió con una interrogante.

—Un momento campeón, ¿a dónde crees que vas tan rápido? ¿No piensas tan siquiera desayunar? —inquirió señalando a unas tostadas y una soda en la mesa.

—¡Oh! Lo olvidaba —ubiqué mi mochila a mis espaldas, tomé el desayuno y salí, no sin antes despedirme de mi hermana con un beso en la mejilla.

Había llegado por fin a la escuela, esta vez había salido más temprano de lo normal, por ello logré llegar a tiempo, de hecho, me sobraba. Caminé normalmente por los pasillos bebiendo el poco de soda que le quedaba a la lata. Llegué a mi salón, Daniel por suerte ya estaba en su asiento, ambos nos emocionamos al vernos. Al acercarme, noté algo que quitó un poco la emoción. Distinguí marcas en su brazo

Se las señalé. —Oye Daniel, ¿que tienes en tu antebrazo? —A pesar de haberselo preguntado, no era tan tonto–osea, si lo soy, pero no taaan tonto–como para no darme cuenta de que lo que yacía en su brazo no eran marcas simples, eran cortadas, heridas.

Su mirada se tornó algo más apagada en el instante noté esas heridas, las miró él, con naturalidad. Pasó su mano por sobre ellas, como si no pasara nada. —Pues... me las hizo mi gato, ya sabes que es algo tosco y juguetón —explicó, aunque no me tragaba eso en lo absoluto

Arqueé mi ceja. — ¿Estas seguro de que fue tu gato? —le interrogué, algo paranoico.

—Claro Chris, ¿acaso no recuerdas la vez que casi te araña ahí abajo?

Fruncí el ceño extrañado. —¿Qué? ¿Cuándo ocurrió eso? Querrás decir que casi me saca un ojo por tratar de acariciarle la panza.

Se encogió de hombros. —Normal, debes aprender que no a todos los gatos se les pude acariciar la pancita, es como si los estuvieses amenazando.

—Eso que más da. ¿Estás seguro de que fue tu gato? —pregunté por última vez, ya algo preocupado.

—Claro. No te preocupes —respondió sonriente, aunque, no sabía yo si esa sonrisa era realmente sincera.

—Esta bien, si tu lo dices —le sonreí de vuelta.

***

Había por fin llegado la tarde. Encontré la sala del Club de Música, estaba quizá un poco nervioso por saber que allí estaba Emma esperándome, es lo normal, diría yo. Aún estaba algo dudoso si abrir para entrar o no, pero algo en el fondo me decía que si no lo hacía me iba a arrepentir bastante a futuro. Era como un sentimiento de: si vuelves a faltar e incumplir tu palabra muy probablemente ella se enoje contigo y ni siquiera te dé una oportunidad de seguir viéndose. No sonaba nada bonito eso para mí, así que a la de tres, iba a abrir la puerta

Ok, aquí vamos...

Uno...

Dos...

El "Hola" que lo inició todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora