El mismo lugar, la misma posición y mí linda mesa. Desde el día en el que besé a Rodrigo Carrera, bueno... Él no me ha hablado. Ese mismo día únicamente se puso de pie y salió caminando. Me sentí tan avergonzado, tan... Humillado. Pero sobre todo un pelotudo por demostrar (por primera vez en años) mí gusto hacia él.
Lo peor de todo es que lo único que hice también fue regresarme a mis cosas. No intenté explicar nada.
—¿Y Rodrigo?— pregunta Lionel al lado mío. Él regularmente observa como el mayor y yo discutimos por boludeces; entiendo que se le haga extraño el no verlo ahí. —¿Se cansó de hincharte los huevos?
Ojalá fuera eso. Supongo que cuando alguien te besa desprevenidamente es normal dejarlo de lado.
—Yo no sé nada— miento. En realidad no tengo los suficientes huevos como para contar las estupideces en las que me metí. El chico alza una ceja y me pone nervioso.
Él tenía un método muy bueno. Era el observar a alguien de manera seria, interrogando con la mirada. No sería necesario que te dijera algo, porque sus orbes eran de miedo. Gélido y de una manera tan... Te haría hablar en menos de diez minutos. Ah, pero luché contra esa técnica suficiente tiempo. Y aunque es difícil evadir su mirada, yo puedo hacerlo solo con voltear con algo que me distraiga lo suficiente.
En este caso, elijo al chico a unos metros de nuestra mesa.
—¿Estás evadiendo mí mirada? ¡No se vale, Buhajeruk!
En realidad estaba más ocupado observando al culpable de mí demacre emocional y sentimental. Obviamente que sí. Que no dijera, llorara o hiciera actos tristes no significaba que no me sintiera mal. Imaginate esto: te gusta alguien, tanto que cuando lo ves, tu panza se mueve increíblemente, te dan ganas de besarlo y decirle que te gusta un montón. De repente lo besás, y lo primero que hace es balbucear "ah, eh... uhm" y pararse para irse.
Rodrigo era el chico más tedioso, hablador y tonto que nunca me hubiera podido cruzar en la vida. Y como ese "nunca" abarca mucho tiempo, tuvo que gustarme.
—Rodrigo ya no quiere sentarse acá, nada más— le sonrío.
Él me mira desconcertado. La mejor mentira es la que no se tarda en inventar. Aunque ni siquiera sabía si yo estaba en lo correcto.
—¿Qué hiciste?— me pregunta.
Sé que no lo tengo que mirar. No. No lo puedo mirar. Estoy hipnotizado por él, por su estupidez y por la forma en la que sus labios gruesos me atrapaban en una nube, que me llevaba a sus ojos.
Mierda, estoy delirando.
Agradezco que Lío me saque del trance moviéndome de lado a lado.
—¡Iván! ¡Él te gusta!
¿Ese espejo no es lindo? ¡Lindo! ¡Como Rodrigo! Estaba delirando muy grave, quizá el chico entre muchas de sus palabras me lanzó un hechizo. Capaz que sí... Pará, ¿LIONEL DIJO QUÉ?
Lo miró con una duda proviniendo de mí. O sea, ni siquiera yo... Bien. Si sabía lo que pasaba conmigo, sabía que las mariposas eran producto de la estúpida forma de ser de Rodrigo, sabía que él estaba comenzando a entrar en mí sistema y a su vez, lo atontaba. Me hacía pensar en él, en el por qué de no ser lo mejor y...
¡Me estoy enfermando! Me estoy enfermando terriblemente, dejando que sus ojos entraran en mí, junto a su voz retumbando sin permiso alguno.
—¿Él qué?— casi quiero reírme.
Sé que no debería intentar ocultarlo, pero no es por él. Me avergüenza decir que el chico que por tanto tiempo dije que lo odiaba, en realidad me gusta de un tamaño...
De un tamaño universal.
—¿Le dijiste que te gustaba? Por eso capaz que está asustado— comienza a hacer teorías locas. Casi puedo verlo encima de sus lentes de lectura y la mano en la pera.
—No, ¡yo no le dije que me gusta!
A eso se le llama:
Caer con estilo en el juego mental de Lionel Castillo.
Escucho su risita soñadora, esa que odio más que al mismísimo Rodrigo. Me palmea los hombros y me mira directamente. Esos ojos estúpidos que odio porque me hacen soltar la sopa. Intento retener todo en mí, pero él se ríe de mí.
—Lo besaste, ¿no?
Niego. Niego repetidas veces. Él me alza una ceja pero no estoy ni un poco dispuesto a verlo, así que tapo mis ojos con las manos.
—Casi le mete la lengua— escucho la voz dulce de alguien frente a nosotros. Descubro mis ojos y observo a Fabián, mirándonos con sinceridad y un inicio de sonrisa.
Quiero matarlo porque me iba a ahogar entre las carcajadas de mí amigo y sus futuros "a Iván le gusta Rodrigo". Pero en cuanto observo su cara, todo ese enojo, miedo y vergüenza se disuelve. Lionel me mira y se ríe, se acerca a hablar con Fabián y le hace una serie larga de preguntas.
—¿A Rodrigo le gustó?— le pregunta.
Bueno... Eso...
—Yo creo que sí.
Algo en mí sube de ánimos. Quizá viniendo de Fabián, eso sonaba tierno. O también puede ser que me agrada la idea de pensar que al chico que me roba el puto aliento, le gusto.
—¿Eso creés?— recalca a Fabián. —Porque este chabon chapa horrible.
Lionel. Es. Un. Pelotudo.
—¿Ustedes se besaron?
Nos miramos y seguido de eso, negamos rápidamente.
—¿Creen que tenga una oportunidad con él?
—¿Por qué no le preguntamos?— dice. Que hijo de... —¡Rodri, vení un segundo!
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𝐂𝐀𝐋𝐋𝐀𝐓𝐄 » rodrivan.
Fanfiction"Siempre estás hablando, y hablando, y, la puta madre, callate" ¡Adaptación! Créditos pertenecientes a: hxLover