Capitulo 7: Cupido dice...

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Al finalizar el día me había convertido en el objetivo principal del cotilleo, todos me miraban e intentaban adivinar mi siguiente movimiento pero, siempre he sido muy impredecible, incluso para mí misma. 

Tomé mi mochila y caminé fuera del lugar. Bien, va un día menos. A la salida me encontré con Mauro, Amelia y Víctor, esperando por mí, perfecto, se habían vuelto mis perros falderos desde la hora del almuerzo y me alegraba que entendieran completamente e interpretaran sus papeles. Solo me hacía falta una persona, esa integración sería después, tenía que seleccionar a alguien de confianza para completar el grupo.

¿Qué te parece el de ojos bonitos?

La voz de Cam apareció de la nada, no había notado su presencia hasta que pasamos por una superficie reflectante, antes me habría sobresaltado pero, ya estaba más que acostumbrada a sus apariciones repentinas. El de ojos bonitos. No recordaba a nadie que mereciera ese apodo. Un recuerdo apareció de repente, no era mío, definitivamente, por que podía verme de pié junto a él, era un recuerdo de Cam, luego lo enfocó bien y me di cuenta que se trataba del idiota del bar.

— De ninguna manera — dije, esta vez en voz alta.

—¿Qué cosa? — preguntó Edgar, la verdad es que no me caía muy bien pero era lo que necesitaba por ahora.

— ¿Qué? Nada, pensaba en voz alta.

Seguí caminando un poco más deprisa hasta mi auto, me detuve cuando vi que no me seguían.

— ¿Qué esperan?

— ¿Quieres que vayamos contigo? — preguntó Edgar.

— ¡Dah! ¿Van a venir o no?

Ellos se miraron entre sí antes de caminar hasta donde me encontraba, subieron al auto y lo encendí rumbo a mi casa. Nadie habló en todo el camino. Pero cuando llegamos los susurros empezaron. Cotilleaban sobre el lugar donde vivía y se preguntaban si mis padres eran multimillonarios, ja, si supieran. Paqueé y entramos directo por el garaje, subimos las escaleras y llegamos a la sala de estar. Tomé bebidas del pequeño refrigerador que adornaba el lugar y se las lancé, la mayoría la atrapó, excepto Mauro que tuvo que recogerla del piso.

— En la nevera hay de todo, siéntanse como en casa.

— Bien, entonces ¿qué vamos a hacer?

Tomé un cuaderno y un lápiz y me senté junto a los humanos. Aquí no podía usar mis poderes y eso me frustraba, pero hay que verle el lado bueno a las cosas.

— Ustedes son un pedazo de carbón, sin valor y sin vida, y yo voy a convertirlos en diamantes.

Todos me miraron extrañados.

— ¿Y eso significa que...?

— Significa que los voy a volver populares.

— ¿De verdad?

Asentí.

Empecé a escribir en el cuaderno.

1. Cambiar el guardarropa

2. Aterrorizar a los alumnos.

3. Ganar la admiración de los docentes.

4. Dominar el campus.

— ¿Cómo se supone que haremos eso?

Escuché la confundida voz de Amelia, le faltaba un poco de confianza hacia los demás.

— Paso a paso, querida. Primero, terminemos las tareas pendientes.

Nos pusimos manos a la obra y menos de 40 minutos no solo habíamos terminado los deberes, sino que habíamos entendido y adelantado las demás asignaturas. Una vez más, había probado que mi don de leer a las personas no tenía fallas.

— Bien, ¿quién quiere ir de compras?

Dije, agitando la tarjeta de crédito que papá me había dejado.

Todos me miraron asombrados.

¿Qué? No habían visto una tarjeta de crédito antes?

Preguntó la irreverente voz en mi cabeza.

No creo que hayan muchos adolescentes con dinero para derrochar.

Respondió está vez una voz diferente, la voz de Cam.

—¿Vienen?

Pronuncié, está vez en voz alta.

Llegamos al centro comercial a eso de las 3 y salimos casi a las 9.

Seis bolsas repletas de ropa para cada uno, había planeado al detalle cada prenda, como combinarlas y como hacían juego las unas con la otra, tenía todo un esquema en mi mente, estaba todo completamente organizado y no había forma de que estos ineptos los arruinaran.

No deberías expresarte así de ellos.

Tú cállate.

—¿Qué?

Ví la mirada de confusión en el rostro de todos.

Mierda, dije eso en voz alta, ¿Cierto?

Sí, sí lo hiciste.

—Nada..., hablaba conmigo misma.

Mi tiempo en la tierra me había enseñado que todos hacían esto de vez en cuando.

Todos volvieron a lo suyo y olvidaron completamente el asunto. Salimos de la última tienda, en la que habíamos adquirido accesorios, un par de colgantes y pulseras con un dije igual, un corazón con una flecha. Me pareció lo más acorde para lo ocasión. Los hombres usarían las pulseras y nosotras los colgantes.

Llegamos a la plaza de comidas del centro comercial y visualice una mesa en la que podríamos comer tranquilos, ví a una pareja de adultos, no muy mayores para tratarlos como señores, pero y tampoco muy jóvenes para tratarlos como tal. Los ví señalar la mesa e intentar acercarse.

Por favor no lo hagas.

Lo hice. Fué un leve parpadeo para captar la atención del muchacho, un pequeño movimiento para atontarlo y él hizo el resto, en menos de cinco segundo se encontraba besando el piso.

Odiaba a ese tipo de sujetos, venuna chica linda y pierden el control, fáciles de manipular aún incluso teniendo a su pareja al lado.

Nunca creí en el amor, digo, no vengo de una familia muy amorosa, mis padres apenas, y se toleran, y a la única persona a la que considero necesaria en mi vida, es a Cam.

Todo el mundo vió el escándalo provocado por la caída del sujeto y yo aproveché para tomar asiento, los demás simplemente me siguieron.

—Bien, si queremos que esto funcione debemos ponerle actitud.

Dije.

—¿A qué te refieres?

Preguntó Victor.

—Van a conseguir algo gratis y no se vale robarlo.

—¿Algo grátis?

Repitió Mauro.

¿Es sordo o qué?

No lo es, solo trata de procesar lo que dijiste, necesita más información.

Suspiré mentalmente y decidí que mi hermana tenía razón, por lo general la tenía, sino no sería una buena conciencia.

—Van a acercarse cada uno a una persona soltera, la que sea de su agrado, no me importa y van a conseguir algo de ellos, lo que sea, no me importa.

—¿El número sirve?

Negué.

—Me refería a un beso o algo por el estilo.

Vez que debes expresarte mejor.

Tú calla.

¿Y porqué un beso? El teléfono podría ser suficiente.

La ignoré, completamente. Y estoy segura de que volteó los ojos, pero no puedo verla a menos que tenga algo en dónde ver mi reflejo.







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