Capitulo 4: La casa de los sueños de Barbie

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Fuí hacia el patio trasero, había una piscina enorme, bueno, era relativamente grande, decidí ignorar la fabulosa piscina y bajé por unas escaleras que estaban un poco escondidas, se imaginarán mi sorpresa al encontrar un garage con tres autos, dos Mazda, un Chevrolet, todos deportivos, fué difícil, pero al final elegí el Mazda RX-9 gris, las llaves se encontraban en un estante a plena vista, agradecí a papá por eso, de otra forma tendría que destrozar la casa para encontrarlas.

Entré al auto y me puse en marcha con la nota en el asiento de copiloto, espero que no se caiga, de camino, me dí cuenta lo bonito que era todo, habían muchos colores, plantas, animales y otras cosas, en casa, todo era blanco o negro, metafóricamente.

El viaje no duró mucho, 20 minutos, mientras salía del auto y lo apagaba, tomé mi nota y la deposité en un buzón blanco, seguro se preguntarán porqué hago eso, resulta, pasa y acontece que ese buzón es el único en el todo el planeta que se comunica con el Olimpo, solo escribes el nombre del ser que deseas que reciba esa nota, justo en la palanquita que se jala y el mensaje aparece mágicamente en las manos de aquel a quién fué destinado a ser, es como un mensaje directo

Volví al auto y lo encendí, en casa nos enseñaron como sobrevivir aquí abajo, como manejar un auto, usar una tarjeta de crédito, lo que los chicos de mi edad ven, sobre lo que hablan, que decir o hacer en cada situación posible, todo para no ser descubiertos, y sí, somos más, 16 en total, pero nunca los conocí, nos juntaban 1 vez por semana a dar clases de cómo evitar situaciones en las que podríamos revelar nuestra identidad, así que si empiezas a desconfía de mí estoy completamente preparada para despejar tus dudas.

¿A dónde vamos?

Me sobresalté cuando esa voz me trajo de vuelta, no tenía idea de a dónde me dirigía — No lo sé — dije y derrepente un recuerdo fugaz apareció en mi mente — ¿recuerdas cuando estudiamos los lugares y vimos uno que se llamaba Starbucks, creo?

Sonreí — Bueno, estuvimos de acuerdo en que ambas queríamos ir.

Sí, pero es un lugar prohibido.

— Oh vamos, necesito un poco de diversión — supliqué con los ojos —.

¿No crees que sería mejor no meternos en problemas por una vez en la vida?

— No.

Oí a Cam suspirar — tranquila, no es que nos vaya a tirar de un puente.

Y con ese comentario ella solo se fué, ah sí, Cam, Camila, es su nombre, nacimos juntas, ambas en un mismo cuerpo, compartimos todo, somos una, siempre ha estado ahí para mí, aunque aveces desaparece no sé a dónde va, es como un espíritu libre.

Nadie sabe sobre ella, sería peligroso, la mayoría de los hijos de los dioses nacen con una Camila, osea no con Cam ella es solo mía, nacen con una voz en su cabeza, la llaman la voz de la conciencia, normalmente desaparece cuando eres capaz de tomar tus propias decisiones, al parecer yo no tengo esa habilidad.

A los 8 años la mitad de mis compañeros ya habían conectado con su voz, ahora eran uno solo, cuando cumplí los nueve Cam desapareció creí que nos habíamos vuelto una, era raro, todos decían que te sentías completo, que ya no tenías que preguntar antes de hacer algo, ya sabían si podían hacerlo o no por sí mismos, le conté a mis padres y despidieron celebrarlo bajando al mundo de los mortales, para nuestra familia era sencillo bajar, espandíamos nuestras alas  y allí estábamos, para el resto es diferente, los hijos de Poseidón bajaban a través de la Gran Cascada, los hijos de Zeus bajaban saltando en sus rayos, es muy extraño pero bastante cool, la mayoría de hijos de Perséfone viajan a través de su reflejo el resto tocando el fuego, pues su padre es Hades, son muy hermosos, a mamá nunca le cayó bien Perséfone, al resto no los conocí, nos juntaban por talentos, a la mayoría bueno, a mí me juntaban con los hijos de Perséfone y algunos de los más bellos del Olimpo también estuvieron con nosotros, decían que todos teníamos una belleza única que podría dañar los ojos de los mortales, por eso nos entrenaron para tomar un aspecto físico diferente, uno más humano, sin alas, sin el color de ojos zafiro, sin la figura perfecta, nos hicieron parecer normales, o al menos lo intentaron.

Ah sí, lo olvidaba, la Gran Cascada, es una cascada, sí que redundante, que conecta el mundo de los mortales con el nuestro, es la fuente de vida de su mundo, sin ella, el planeta entero se secaría y moriría en 48 horas.

En fin, después de dar mucha vueltas, en serio muchas, llegamos al Starbucks, aparque el auto y entré mirando ambos lados, a ver si no me encontraba a un supervisor, no había visto a ninguno desde que llegué aquí, cuando revisé que el lugar fuera seguro entré con cautela y me acerqué a la mesa donde estaban tres mujeres y un par de hombres repartiendo comida, me acerqué y solo dije — un café por favor — me miraron raro.

¿Qué había dicho? Giré los ojos y esperé hasta que me dieron un vaso con un líquido negro, café supongo, le sonreí a la mucha y le dí la tarjeta de dinero, ese cartoncito me tomó dos semanas aprender a usarlo, los mortales son raros, la mujer uso mi tarjeta de dinero y me la devolvió — gracias — tomé mi café y me senté en una mesa cerca de una ventana.

Realmente no quería venir, pero papá dice que debo aprender sobre el comportamiento de los mortales, es un fastidio.

Tomé un sorbo de mi café y juro que ví a un mortal cambiar de lugar, como si se tele transportara, fué muy extraño, tenía entendido que los mortales no poseían ningún poder o habilidad, por eso sus vidas eran tan complicadas y debíamos bajar a ayudarlos, tomé otro sorbo de café y de repente todo me empezó a dar vueltas, pasaron solo cinco segundos hasta que caí, no supe qué pasó después.

ESTÚPIDO CUPIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora