Cuarto relato

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—Lo lamento, pero el vuelo ha sido retrasado debido a las tormentas de nieve

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—Lo lamento, pero el vuelo ha sido retrasado debido a las tormentas de nieve.

—No, no, ¡tú no lo entiendes! Tengo que estar en mi casa antes de las doce.

Akaashi muerde su labio inferior, terminando de arreglar las decoraciones del árbol de navidad. Tiene una mirada triste, se niega a admitir que tiene ganas de llorar pero es imposible.

Bokuto le dijo que llegaría a casa en la mañana pero ha desaparecido de la faz de la tierra. No contesta las llamadas —parece ser que su teléfono está apagado— y ni los chicos del equipo saben qué ha pasado. Está tan preocupado que siente que su corazón se detendrá en cualquier momento.

Intenta calmarse. Quizá todo es una casualidad, pero el pensamiento aterrador de que el mayor no llegará a casa lo aterra.

Hace cinco años, bajo los ojos de un juez, prometió amar a Bokuto Kotaro ante cualquier problema. Y ahora, en vez de amarlo, quiere asesinarlo porque no ha tenido señal alguna de él y no aguanta la desesperación.

Se conocieron en secundaria. Él estaba en segundo año, Bokuto en tercero. Su marido le dice que fue amor a «primer armado» y él le dice que fue a primera vista. Su amor creció y se extendió en ellos puramente, lleno de cariño y con sus peleas que lo convertían en algo sano y no perfecto. Bokuto lo amó con todos sus problemas e inseguridades y Akaashi cayó por él sin resistirse. Confío plenamente en el antiguo as de Fukurodani.

Cosa de la que jamás va a arrepentirse. Estuvieron años saliendo, hasta que llegaron al último año de universidad y Bokuto le pidió —sorpresivamente— matrimonio durante sus vacaciones en Australia. Akaashi aceptó temblando, bajo la increíble luz de la luna en la hermosa playa.

Y recuerda las palabras y cómo se miraron con amor en el altar. Cómo sostuvieron las manos del otro y aceptaron estar juntos por lo que restaba de sus vidas. Akaashi fue feliz, lo categoriza como el mejor día de todos después de la llegada de sus hijos: Nao, de cinco, y Leo, de cuatro. Quienes duermen en el sofá, tapados con una manta, esperando que papá Noel llegue a casa con regalos, sin saber que a quién realmente esperan es a Bokuto.

La idea de adoptar no llegó hasta dos años después de su matrimonio. Casualmente, en el centro de adopción, Bokuto vio a un niño de pelo claro, casi albino. Se enteraron que lo habían dado en adopción por eso mismo (sus padres genéticos temían tener un hijo así cuando en realidad, solo eran dos rusos que Akaashi categoriza como estúpidos) y luego conocieron a Leo, un niño que había sido dado en adopción por una jóven española con temor a que sus padres descubrieran que tuvo una aventura en Japón.

Son niños realmente distintos en todo sentido. Mientras que Leo es la definición de aventurero, con su cabello chocolate y rizado, ojos oscuros y tez que parece bronceada, Nao es blanquecino, rubio y sus ojos parecen dos gemas de lo azules que son; siendo así el más tranquilo de los dos, que prefiere dormir en vez de andar saltando por todos lados como su hermano menor. Quien está interesado en aprender a hablar en español, así, de vez en cuando, dirigiéndose a ellos como «papás» en ese idioma, lo que confunde de vez en cuando a Bokuto y Akaashi porque el español y el japonés no van de la mano.

5 Relatos Navideños | Haikyuu!! 2022 🎄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora