EL DESTINO IIII

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Caminaba por las calles de Durham sin destino aparente pero tampoco importaba ya que tenia la mente perdida. Su paso era tan acelerado que ni si quiera se dio cuenta de su cansancio y dolor de piernas, pero aún así, no paró de caminar. Se sentía un miserable, al haber besado a la única persona que lo entendía, a la única persona que realmente lo atrajo románticamente. Ahora, cómo iba a verlo a la cara?

Llevaba su centesimo cigarrilo de las pocas horas que llevaba caminando. Creía que la nicotina lo calmaría pero lo único que hacia era que se sintiera más miserable al intentar huir de sus sentimientos. Tiró el cigarrillo y se encendió otro.

- Cómo pude hacerlo? Soy un imbécil.. Ya lo perdí, ya lo perdí.

Pensaba, sabiendo que la siguiente vez en la que lo vaya a ver sera muy incómodo o hasta triste.

- Me siento.. Tan mal.. Quiero librarme de estos sentimientos.

Pensaba, y de repente, la única neurona que parecia no ser afectada por los hechizos del amor habló:

- Trabaja.

Sherlock dejó de mirar al suelo y detuvo su paso, sabiendo por experiencia de otros casos que tuvo que la mejor distracción para dejar de amar es el trabajo. Sonrió ampliamente y apretó los puños.

- Sí! Eso es! - Gritó entusiasmado, sin darse cuenta de que habia llamado la atención de todos en la calle.

Dispuesto a ir al hotel y seguir con el caso, en cuanto dio media vuelta. Su última neurona antiromantica sucumbió, al observar que William estaba a unos metros de él. Sherlock abrió tanto la boca que el cigarrillo se le cayó de sus labios observando con un gran pánico al rubio.

- Sherlock.. Tenemos que hablar. - Dijo, con una pequeña sonrisa, las cejas en pena y un ligero sonrojo en sus mejillas. Eso pareció enamorarlo
aún más.

Pero lo que no pudo hacer fue mirar a sus cristalinos ojos escarlata. William parecía intentar unir sus mirada, pero Sherlock solo hacia lo contrario.

John, quien se encontraba perdido en su lectura en la habitación de hotel, sentado en un sofá medianamente cómodo

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John, quien se encontraba perdido en su lectura en la habitación de hotel, sentado en un sofá medianamente cómodo. Sonrió con placer al sentirse muy inspirado para un capítulo nuevo de su novela; Sherlock Holmes. Estuvo escribiendo cada aventura que habia tenido con Sherlock, como em cualquier lectura esta no estaba escrita con tantas especificaciones, habian palabras y escenas que realmente no pasaban en las aventuras pero aún así transmitía misterio, drama y muchas emociones que hacian que los lectores de sus obras se fascinaran. Agarró un libro en blanco y lo abrió preparado para comenzar a escribir hasta que escuchó como la puerta de la habitación fue abierta con brutalidad. Llevó la mirada hacia la puerta muy sorprendido y confuso, eran William y Sherlock.

Al reconocer a ambos sujetos, que fue de inmediato, se levantó de su asiento y se acercó a William para estrecharle la mano.

- Sr. Moriarty, que le trae por aquí? - Preguntó John con una sonrisa.

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