III - Gotterdammerung

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—Ha pasado tiempo, Evelyn. – Saludó con burla el alfa.

—Lo mismo digo... Aaron. – Escupió con irá la alfa.

Se podía la sentir la tensión en el ambiente, así que para evitar que los pequeños vieran y escucharán cosas que no debían, Mikell se los llevó de ahí.

—Vamos arriba, creo que Jack se está robando la casita de muñecas de Claire.

—¡No mi casita! – Se quejó la niña mientras corría escaleras arriba, seguida por sus otros dos hermanos.

Una vez los adultos se quedaron solos, hubo un largo silencio antes de que las acusaciones comenzarán.

—Esto debe ser tu culpa. De seguro fuiste tú el que convenció a Adam de todo esto

—Evelyn, él no...

—Oh por favor. No me mal entiendas, Evelyn. Vine aquí por lo que me pertenecía desde un inicio.

—¡Yo no soy...!

—Fue un error mío dejar que Adam se casará contigo, pero tranquila, estoy dispuesto a solucionar eso, incluso a tratar a tus hijos como si fueran míos.

—Pero nunca serán tuyos, son mis hijos, yo soy su madre y eso nunca cambiará.

—Claro que no lo hará, a menos claro que les demuestre que soy mucho mejor que tú.

—¡Eres un...!

—¡Ya basta! – Gritó Adam interrumpiendo la discusión de alfas. —En primera, NO soy propiedad de nadie. – Aclaro mientras miraba a Aarón. —Y en segunda... Fui yo quien lo llamó, él no me convenció de nada.

—¿Por qué?

—Porque necesito rehacer mi vida, en otro lugar y un nuevo trabajo.

—Y es ahí donde entro yo. Tengo un lugar donde podrá quedarse, y un puesto más que perfecto para él.

—¡No puedes estar hablando en serio! Meterlo a trabajar en un sitio es muy peligroso.

—Tranquila, estará bien protegido, después de todo la mano derecha roja es el destacamento móvil más efectivo de todos. – Hubo silencio y sorpresa.

—Pero ellos solo defienden a...

—Lo se. Espero que el número 12 sea de tu agrado, Adam.

Aquella oferta era más que tentadora , pero no sabía si podía aceptarla.

—Es demasiado... Aaron lo agradezco, pero tiene tiempo que no estoy metido en esos asuntos y un puesto así es demasiado importante.

—Lo se, y no te lo ofrecería si no supiera que eres capaz de manejarlo. Antes de que reclames más, quiero que pienses bien en eso, y también tomes en cuenta que en su tiempo fuiste tú uno de los que me ayudaron a crear todo, que diste ese empujón que hacía falta. Llegaste a ser un pilar dentro de la fundación, y puedes volver a serlo.

—No creo que el resto me acepten así sin más.

—Lo harán si saben lo que les conviene. – Adam suspiró.

—Lo pensaré.

—Bueno, una vez dicho todo, es mejor si nos retiramos.

—"¿Nos?" – La respuesta a aquello fue el sonido de un gran vehículo estacionándose afuera de la propiedad.

Fue inevitable que todos, tanto los adultos como los pequeños, se asomarán con curiosidad, pues afuera podían ver un camión de mudanzas listo para llevar sus pertenencias a su nuevo hogar. Y también podían ver en qué había llegado el indeseable invitado; una enorme limosina.

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