XXVI - Emancipation Suite pt 2

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El resto del viaje de regreso, Julian estuvo demasiado tranquilo, cosa que no parecía común en él. Gears trató de saber que pasaba con él, pero siempre conseguía la misma respuesta de "no pasa nada". Llegaron pronto a su parada, pero aún así todavía faltaba un tramo considerable para que Iceberg llegará a una zona cercana a su casa, y también a la casa de aquella adorable pareja que siempre lo cuidaban.

A pesar de asegurar que estaría bien solo, Charles decidió acompañar al Omega, sintiendo que algo no estaba del todo bien con él. Tomaron un taxi y se dirigieron a la casa de aquella pareja de adultos mayores. Al bajar, Iceberg insistió en que pasará a saludar. Tocaron el timbre y un señor ya grande abrió.

—¡Juliancito!

—Hola Bob.

—Si que llegaste tarde ¿Tanto te divertiste?

—Como no tienes idea. – El adulto rió y lo abrazó muy feliz. —Deja que te presente. Bob, el es Charles. Charles, Bob.

—Es un placer conocerlo.

—¡El gusto es mío muchacho! – Bob se acercó para también darle un abrazo al alfa, cosa que lo puso nervioso y sin saber cómo actuar. —Ven, pasa también. – Invitó mientras lo empujaba suavemente al interior de esa acogedora casa, a la cual Julian ya había entrado sin nada de pena.

—Claro... Con permiso. – Entró sintiéndose algo perdido, pero por fortuna lo guiaron hasta el comedor, el cual tenía un espacio abierto que daba a la cocina, en dónde ya se encontraba el Omega siendo abrazado por una mujer ya mayor, que no dejada de decirle cosas sobre lo feliz que estaba por él, pues era su "niño adorado"

—¡Oh! ¿A quien tenemos aquí? – Dijo quien Charles supuso era la tal Martha, asutandolo un poco.

—Buenas noches, mi nombre es Charles Siegel. Es un placer conocerla.

—¡Que educado! Y además guapo. – La mujer sonrió de forma cómplice al menor de todos.

—Martha, shh.

—Nada de shh, de verdad te sacaste la lotería. – Martha dejo lo que estaba haciendo y se acercó al alfa. —De verdad eres un muchachito muy apuesto. – Comentó mientras apretaba las mejillas del más joven, pero bastantes centímetros más alto que todos ahí. —Solo que te voy a pedir que cuides bien el corazón de nuestro Juliancito, ya sabes, es delicado.

—¡No soy delicado!

—Claro, lo que digas Juliancito. – Hubo otra discusión que para nada lo era. Se podía ver el amor que aquella pareja tenía por el Omega, a pesar de no compartir un lazo sanguíneo con él.

Le hacía recordar un poco a Adam y como parecía haberlo aceptado tan rápido.

Aún así, lo sacaron de sus pensamientos cuando lo invitaron a sentarse y comer un poco de tarta recién hecha. No pudo negarse a pesar de la hora, especialmente porque el rostro de Julian se había iluminado ante la mención de aquella comida, para después insistir que aquella era la tarta de cereza más deliciosa de todo el mundo.

Se sentaron a comer y platicar por varios minutos, que se hicieron horas y pronto llegó la media noche. Solo las campanadas del reloj enorme en una esquina los sacaron de ese agradable momento con tarta y chocolate caliente.

—Ya es muy tarde, creo que es mejor que llame a tu padre. – Comentó Martha, preocupada.

Y eso cambió por completo la actitud de Julian, de nueva cuenta.

—Esta bien, pero no creo que conteste. – Comentó mientras comía lo que quedaba de su tercer rebanada de tarta, aunque sonriendo tan discretamente como pudo.

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