{11} ¡Ayuda, no soporto a mi adolescente!

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──Piénsalo, Damien... Lo único que haces es: de tu casa al trabajo, y del trabajo a tu casa donde te esperan un par de mocosos latosos que debes cuidar.

──Oye... No les digas así.

──¡Pero tú mismo les dices así!

──Si. Pero yo soy yo, y yo tengo ese derecho.

──Como sea... Tienes que divertirte un poco, viejo. ¡Sal afuera!

──No puedo subir a la tierra. Tengo muchas obligaciones aquí.

──¡Pero no tienes que salir a la tierra! Este es el infierno, hay muchas fiestas y diversión aquí. ¡Ni pareces el hijo de tu padre! ¡Él era el mayor fiestero de todos!

──Y mira como le fué.

──Damien... Eres un adolescente y no te permites serlo. Me das lástima, hermano.

──Pues deja de sentir lástima o te cortaré el pito. McCormick... No tengo tiempo para esas pendejadas mundanas cómo ser un adolescente inmaduro. Está la demanda en curso, tengo a estos chicos que cuidar y muchos infiernos por revisar aún y-

──Aburrido, aburrido, aburrido. Eso es todo lo que yo oí. Espero que la próxima vez que venga estés armando una fiesta. Porque en serio... Me provocas mucha tristeza, Damien.

Kenny se había levantado e ido de su lado. Damien suspiró.

──¿Dar tristeza, yo? Soy el puto anticristo, no doy tristeza. Ese maldito pendejo... Nunca haré algo como eso. Nunca.

     
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Y entre que eran peras o manzanas del árbol prohibido, pasado el tiempo Damien terminó cediendo.

Se sentía... Tan agotado. Cansado. Harto.

La demanda, papeleo, los chequeos en los infiernos, y los mismos problemas en su casa.
Algo reventó dentro de él.

Nunca supo si fueron las palabras de Kenny o su parte humana actuando, pero una noche dejó que la irresponsabilidad actuara por él, y dejó sus pies resbalarse por el camino que lo llevarían a una de las fiestas que el "diablo canadiense" tenía programadas esa vez.

A todos les sorprendió verlo por ahí. Nunca lo conocieron como alguien fiestero. Muchos pensaban que era, de hecho; aburrido. Alguien muy diferente a su papá.

Pero desde ese día, Damien de repente le agarró el gusto a enfiestarse. Sobre todo de madrugada.
De repente entendía porque su papá lo hacía tanto.

Las fiestas se convirtieron en su refugio. En su lugar de desahogo favorito. Su escondite de tantos problemas que tenía a su edad, el único lugar donde podía de pronto dejar de ser responsable y simplemente "vivir la vida".
Y más si en estos lugares los demonios conocían y llevaban distintos licores que eran capaces de embriagarlos a ellos, y por supuesto; al rey del infierno también. A saber de dónde los sacaban.

Así duró meses.
Algunas fiestas incluso él las planeaba en tugurios algo lejanos a su casa, para que Pip no se enterara. Simplemente pagaba con favores infernales a otros para que las hicieran, en dónde él dijera, a la hora que él dijera.
O a veces simplemente los amenazaba y listo.

Pero Phillip... No era tonto. Se daba cuenta.
Muchas veces atrapó a Damien volviendo a altas horas de la madrugada en mal aspecto, ebrio, y de mal humor.

Dilema moral e infernal •|Dip|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora