POV. Alec
¿Desde cuándo Leo era pelirrojo y de ojos color miel? Me detuve un momento a observar al chico con detenimiento y todo cobró sentido. Por mucho que se pareciese, aquel no era Leo. Este chico tenía la cara más redonda, los ojos más pequeños, muchas más pecas que Leo (repartidas por toda la cara, a diferencia de mi compañero de cuarto), y era un poco más bajo.
—Perdona que interrumpa tu escaneo, pero ahora es cuando me pides perdón por tirarme tú bebida —dijo juguetón el chico misterioso.
—Sí, perdona. Te he confundido con otra persona —respondí distraído. Me iba a ir cuando alguien me cogió del brazo.
—Según las millones de películas románticas que he visto, ahora es cuando tú me dices tu nombre, yo te digo el mío y nos liamos.
—Un poco atrevido para ser tan poca cosa ¿no? —le solté de golpe socarrón.
—Que sea bajito no significa que sea poca cosa —me dijo con fingido enfado y me guiñó un ojo. Se notaba que iba igual o más borracho que yo.
—Soy Alec —me presenté.
—Yo Mateo y te vas a venir conmigo a bailar —. Sin esperarlo, me volvió a agarrar del brazo y me arrastro hasta el centro de la pista. Este chico era muy impulsivo. No parecía tener vergüenza. Eso me gustaba.
Estuvimos bailando un buen rato, hasta que en un punto pasamos de estar en medio de la pista, a en una esquina a solas. No se si era porque estaba borracho o que cojones, que cuando se acercó a besarme no lo detuve. Si bien era abiertamente gay y ya me había liado con varios tipos en medio de fiestas, me sentía un poco culpable. No sabía donde coño estaba Anto y esperaba que no estuviese preocupado por mi. Lo había dejado tirado, cuando él solo había venido a la fiesta por mi. Pero decidí simplemente ignorar mis pensamientos y centrarme en Mateo. La verdad era que besaba bastante bien. Cuando la cosa fue a mayores lo detuve.
—Tengo que largarme tío, he dejado a mi amigo tirado —le expliqué brevemente.
—¿En serio? Podríamos ir a mi apartamento. No está lejos de aquí —. Me miró de arriba a abajo con deseo.
No voy a mentir, tenía ganas de irme con él y follármelo. Pero no iba tan borracho como para dejar a Anto aquí solo, sin saber nada de mí.
—No tío. Ahora mismo tengo que buscar a mi amigo. Llevo mucho rato sin dar señales de vida.
—Joder, que mierda —se lamentó—. Te dejo irte, solo si me dejas tu teléfono un momento.
Se lo di sin más, me había entrado la prisa repentinamente. Él escribió su número de teléfono en la agenda de contactos y me lo devolvió.
—Hablame y quedamos —me dijo antes de que me fuese.
Llamé a Anto. No estaba en el sofá donde lo había dejado la última vez. Miré el reloj. Llevaba una hora y media con Mateo. Era un amigo de mierda. A la tercera llamada me cogió el teléfono.
—Tió ¿dónde estás? —le pregunté gritando.
—Fuera, con los chicos —me indicó sereno.
—Voy para allá —le colgué el teléfono.
Cuando llegué donde estaba el grupo me empezaron a silbar y a aplaudir.
—¿Quién diría que un chico como tú sería tan cariñoso? —gritó uno del grupo irónico. Lo observé confundido.
—No nos mires así, creo que toda la facultad te ha visto liarte con el pelirrojo —me aclaró Anto.
—No jodas —dije con una mezcla de vergüenza y cabreo.
—Y tanto —respondió otro—. Se les ha caído un ídolo a las de la clase. Ahora los mortales tendremos posibilidades.
—Nos has hecho un favor Alec —dijo a continuación entre risas uno de ellos.
—Mierda —. Simplemente me uni a sus risas.
Me daba igual que la gente supiese que era gay. Lo que más me molestaba era la posibilidad de que Leo se enterase y pensara que era un putón. Igualmente, aunque no se enterase, él tenía novia. No había ninguna posibilidad de nada. Parecía no querer aceptarlo.
—Alec, el bus sale en 10 minutos —interrumpió Anto las burlas, después de mirarse el reloj de la muñeca.
—Mierda, tienes razón. Vámonos corriendo o no llegamos —le contesté yo. ¿Cómo coño se había pasado la noche tan rápido?
—Adiós chicos—se despidió Anto, y empezamos a correr.
Cuando llegué a mi habitación eran las 7 y media de la mañana. Todavía seguía un poco borracho. Leo estaba en la zona común poniéndose los zapatos para poder salir a la calle.
—Leo, llevo una semana sin verte. ¿Dónde coño has estado? —le grité cabreado.
—¿Cómo que dónde he estado? —me dijo confuso e indignado— ¿Vas borracho? Mira me da igual.
—¿No me vas a contestar? —le solté desesperado.
—Te dejé una nota Alec —. Se giró hacia donde supuestamente estaba—. ¿Cómo vas a ver la nota si has puesto tú pila de libros encima?
—Bueno, ahora que estás aquí me lo puedes decir tú mismo —le contesté de mala manera.
—Estoy agotado Alec. No tengo ganas de discutir —me indicó acompañado de un suspiro.
—Pues venga dime —le presioné.
—Estaba en el hospital con Mer ¿Contento? —me explicó taciturno.
—Joder tío. Lo siento. ¿Pero estás bien? ¿Y Mer? —pregunté preocupado.
—Vete a la mierda Alec. No te interesan nada los demás. Así que para de fingir ser buen amigo y déjame tranquilo. —me respondió cabreado y se fue de la habitación cerrando de un portazo.
La había cagado y bien. ¿Por qué coño no había recogido la pila de libros de la mesa? Hubiese sido lo más inteligente.
Pensé que lo mejor sería dormir un poco, y después llamar a Mer para ver cómo se encontraba. Si bien Leo pensaba que yo era un capullo y eso no lo iba a poder cambiar; Mer seguía siendo mi amiga y quería saber si estaba bien.
![](https://img.wattpad.com/cover/328772715-288-k312988.jpg)
ESTÁS LEYENDO
The Art Of Forgiveness
Любовные романыHay heridas que nunca sanan. Algunas consiguen hacerlo tras un largo y doloroso proceso. Otras simplemente dejan cicatrices enormes, que nos recuerdan que estuvieron ahí. Ellos se conocían desde pequeños, habían sido la persona más importante del o...