Capítulo 1

32 6 0
                                    

POV. Alec

Me llamaréis loco, yo lo llamo estrategia.

La primera semana en la residencia fue de adaptación. No había clases, solo actividades para mejorar la convivencia. Y pensaréis ¿qué tiene esto de interesante? Fácil, utilicé dicha programación para hacer que Leo se habituara a mi presencia, sin dirigirle palabra siquiera. Como se hace con un gato cuando quieres introducir otro nuevo en su territorio. Primero fui dejando objetos míos en las zonas comunes. Mis zapatos, libros, incluso colgué algún que otro póster en el sala de descanso. Después decidí que lo mejor era salir "casualmente" de mi habitación cuando sabía que él estaba en las zonas comunes del apartamento. Sin embargo cuando me veía aparecer salía huyendo cual gato asustado. Así que inicié el plan B.

—Tío, oye, he ido a la tienda y he había oferta en los Yatekomo —dije dando un par de golpes en la puerta de su habitación. Mentira, no había ninguna oferta—. Así que aquí te dejo éste que me sobra, por qué soy incapaz de comerme todo lo que he comprado yo solo. Eso sí, es de pollo, no se si te gustará.

Era perfectamente consciente que el de pollo era su favorito, por lo menos lo era de crío. Parecía que mi idea había surtido efecto, por qué a los cinco minutos cuando yo me encontraba leyendo un libro en mi habitación, él salió de la suya. Y supe que mi plan había triunfado cuando Leo tocó a mi puerta y simplemente dijo "gracias". No pude ver su cara pero sabía perfectamente que le había hecho ilusión.

Y llegó el domingo, último día libre antes de que comenzasen las clases. Esa noche había programada una fiesta y estaba casi seguro de que Leo iría. Al fin y al cabo, había ido a todas las actividades organizadas en la residencia. Me arreglé y decidí ponerme algo que nunca fallaba cuando iba de "cacería": una camisa negra semi abierta con unos pantalones anchos vaqueros. Aquel atuendo resaltaba mi trabajado cuerpo y decidí atarme mi pelo rubio en una mini coleta despeinada que dejase mi cara despejada, junto con mis pendientes. Así, también, lucía mejor la joya de la corona: mis grandes ojos verdes.

Llegué al lugar dónde se celebraba la fiesta un poco tarde. Me había entretenido haciendo un par de storys para mi Instagram. Cuando entré Leo ya estaba allí. Y di gracias a quien coño me estuviese ayudando desde el más allá: Leo se encontraba hablando con mis futuros compañeros de carrera a los que había conocido días antes. Así que me acerque de lo más natural posible a ellos.

—Hola chicos. ¿Cómo va la cosa? —saludé tranquilo y me fijé en el chico pelinegro.

¿Era posible ser tan mono y sexy a la vez? Llevaba un outfit casual, pero no traía las gafas puestas y se había peinado el pelo hacia atrás. Madre mía, sí que le quedaba bien ese look despreocupado.

—¿Qué tal Alec? —me respondió uno de los chicos— Estábamos hablando con este chico tan majo de medicina.

—¿Así que has conseguido entrar a medicina Leo? —me dirigí a él curioso. Ese había sido su sueño desde pequeño.

—Sí, así es —me confirmó seco.

—¿Ya os conocéis? —intervino otro chico del grupo.

—Sí —dijo y me miró directamente a los ojos desafiante—. Y tú supongo que estudias psicología como ellos. ¿Me equivoco?

—Eso es

—¿Y no te parece curioso que un capullo como tú, que se dedicó a hacer la vida imposible a la gente en secundaria, quiera ser psicólogo? —. El ambiente se tornó tenso y nadie sabía que decir.

—Fue gracias a uno que me di cuenta de lo jodido que estaba. Se que no es una excusa para todo lo que hice, pero a día de hoy estoy aquí gracias a él —. Si bien quería mostrarme amable, no iba a dejar que nadie me avergonzase por algo que formaba ya parte de mi pasado. Ni siquiera a aquel chico de ojos oscuros.

—Ya, lo que digas. Me voy a por otra bebida —. A continuación desapareció entre el barullo de gente.

—Alec ¿a que se refería exactamente con eso? —se atrevió a preguntar uno de los chicos.

—Exactamente lo que ha dicho. No me escondo —solté alterado sin pensar mucho. Entonces uno de ellos me rodeo por el hombro con su brazo. Si no me equivocaba se llamaba Antonio aunque preferiría Anto.

—¿Acaso nunca habéis tomado malas decisiones de adolescentes chicos? —intentó calmar los ánimos.

Todos parecieron tranquilizarse un poco, y decidimos dejarlo pasar y cambiar de tema. Cuando ya había pasado un rato cada uno se fue por su lado, y Anto y yo nos quedamos juntos revoloteando por la fiesta.

—Una cosa tío, gracias por lo de antes pero no hacía falta. Se defenderme solito —le expliqué un poco molesto, en algún punto de la noche.

—No te rayes. No lo volveré a hacer —me contestó—. Simplemente me sentí atacado, no soporto a la gente que no te deja avanzar. Yo también la cagué en el pasado y no hubiese reaccionado mejor que tú.

Solo asentí. La noche siguió con normalidad y cuando me empecé a sentir cansado me fui a mi habitación. Leo no había vuelto y decidí darme una ducha rápida. Con lo que yo no contaba era que al salir de la ducha (únicamente con una toalla envuelta en mi cadera), me encontraría a mi compañero de cuarto esperando para hablar conmigo. Se hizo el silencio durante unos instantes en los que él me recorrió de arriba a abajo con su mirada. Se puso aún más rojo de lo que ya estaba por culpa de lo ebrio que iba.

—¿Acaso te gusta lo que ves? —pregunté juguetón. Apartó la mirada de repente.

—Yo... no... —empezó a balbucear. ¿Acaso había conseguido ponerlo nervioso? ¿O era culpa de todo lo que había bebido? Se aclaró la voz, negó con la cabeza e intentó sonar lo más neutral posible— Solo quería disculparme por lo de antes. Si vamos a compartir cuarto quiero buena convivencia ¿sí?

Lo miré dubitativo. No sabía si lo decía enserio o era el alcohol quien hablaba por él.

—Por mi guay, pero dímelo mañana cuando no vayas tan mal —le contesté y me fui directo a mi cuarto a dormir. Aunque siendo sinceros tenía el corazón a mil y no sabía si podría tranquilizarme lo suficiente como para conciliar el sueño rápidamente. La mirada que me había lanzado al salir del baño y la conversación que habíamos tenido lo confirmaba, tenía una remota posibilidad.

The Art Of ForgivenessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora