Capítulo 3: Hoy me siento fácil

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– Katra Castle ­­–

Para explicar esto que quiero contarles, voy a suponer que ustedes son igual que yo, una gran bola de pánico gay y todos sus derivados. Obvio hay personas que fueron bendecidas con el maravilloso don de ser extrovertidos, lo suficiente como para coquetear con soltura, parecer siempre dominantes, sobre la situación y confiados, sobre todo. Pero yo nunca lo fui y he sufrido las consecuencias desde que tengo memoria.

No me di cuenta desde el principio que me gustaban las mujeres, ni siquiera cuando vi a muchas de las personas a mi alrededor enamorarse y salir con gente de su genero contrario. Bueno, puede que lo anterior sea un poco mentira, tal vez solo supuse que la única opción viable eran los hombres, lo cual ahora encuentro ridículo, cuando hasta mi mamá, quien estaba felizmente casada con el amor de su vida, "odiaba" a los hombres.

Eso es un indicio claro que sin duda los hombres no siempre son una buena opción, sin ofender. Excepto algunos obviamente, lo que se puede llamar como hombres sin "masculinidad toxica" una especie difícil de encontrar. ¿Alguien conoce a Dylan O'Brien? El es la gran excepción... Ashton vuelve a tu cueva.

En fin, a lo que iba.

Después de años y años de "aprender" a controlarme frente a una mujer que me atrajera, me di cuenta de que... no había aprendido nada y eso fue como un balde de agua fría, porque en este momento no se me conectan las neuronas y se me había ido el wifi.

No puedo respirar.

CONTESTALE TARADA.

—Ah... yo, si es que no tengo número.

Una de sus cejas se levantó confundida.

—O sea si tengo — reí nerviosa — ¿Quién no tiene teléfono hoy en día? Todos lo tienen, no soy una ermitaña — bufé con obviedad.

Alycia se tapó la cara y la risa poco disimulada de Ashton llegó a mis oídos como un mosquito molestoso. Alguien quiere terminar en la morgue mas duro que pan añejo.

Ella volvió a captar mi atención escondiendo sus labios para aguantar la risa.

¿COMO ESO PUEDE VERSE SEXY?

Intenté arreglar mi vomito verbal.

—Es que no me sé mi número de memoria, perdón.

Aplaudan por la frase sin decir una pavada.
Bajé mis manos palpando mis bolsillos en busca del bulto de mi teléfono.

Obvio tenía que pasar.

Miré mis bolsillos con desesperación al no sentirlo y recordé con molestia que lo dejé apagado sobre mi cama.

No tengo mi teléfono, que chistoso momento.

Ay.

—Oye, perdón, enserio, pero creo que se me quedó en la casa — me lamenté aun tocando mi pantalón.

Alycia colocó los ojos en blanco y se metió a la conversación con teléfono en mano.

—Yo te doy su numero — la miró con amabilidad.

Ashton se mantuvo al margen sin meterse directamente en la conversación, pero podía verlo susurrar de vez en cuando.

—Chismecito del bueno — tomó un sorbito de lo que sea que tenía de trago.

Quité mi mirada del imbécil que tengo por amigo y volví a fijar mi vista a la intimidante chica que acababa de guardar su teléfono y se apoyaba en el mesón sin quitarme la mirada.

Quédate conmigo (R)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora