17. Ella debe vivir.

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Olivia

Pueden decirme paranoica, pero creo que me observan.

He caminado sola por casi treinta minutos a través de los alrededores de las cabañas y tengo la sensación de que alguien me sigue y me vigila.

Sé que caminar sola cerca de un bosque no es lo más seguro del mundo, pero tampoco debería sentirme así y mucho menos si llevo más de dos años estando sola y siendo lo más independiente que puedo llegar a ser.

Volteo a ver hacia atrás esperando a que sea Zack y recuerdo que me ha guardado un secreto que nadie debería guardarle a la persona que le gusta.

Lastimosamente, no es Zack, pero sí es...no...esto es un sueño...tiene que serlo.

Dorothy.

— Oli. — Murmura y luego me abraza.

No soy capaz de responder a su abrazo y mucho menos puedo hablar, porque su presencia me ahoga en recuerdos dolorosos.

— Estoy aquí...Oli...¿no estás feliz? — Pregunta curiosa luego de terminar con el incómodo abrazo.

Tal vez solo fue incómodo para mí, porque ella está sonriendo.

— ¿Cuándo saliste del psiquiátrico? — Es lo único que digo.

Mi voz sale más fría de lo que debería y no me entiendo.

Ciertamente, debería estar feliz, pero hay algo en la presencia de Dorothy que me parece siniestro.

— Hace menos de un mes. — Un hoyuelo se forma en su mejilla cuando sonríe.

— Nunca me dejaste verte. — Mi voz se entrecorta por el nudo en la garganta que se me ha formado.

— No quería que me vieras mal. — Baja la mirada y luego vuelve a mirarme a los ojos y sonreír.

Detallo sus iris ambarinos y como su cabello a pasado de ser castaño oscuro a un rubio claro.

— Lo siento, pero no entiendo que haces aquí...¿no estás asustada? ¿no tienes demasiado miedo de volver a ser lastimada? — Sé que las preguntas no son las adecuadas para una persona que ha sufrido de depresión y ha intentado suicidarse, pero estoy muy nerviosa para contener mis pensamientos en mi mente.

— No Oli, la única que parece tener miedo eres tú. — Me detalla.

Mi rostro debe parecer un poema.

— Han pasado dos años...casi tres. — Muerdo mi labio inferior. — Ahora somos extrañas...no sé como hablar contigo sin sentir que no te conozco...aunque si lo haga.

Recuerdo cuando ocultó las últimas cartas del chico desastre...de Zack.

— No digas eso. — Frunce el ceño. — Tú has sido mi motivación para salir adelante.

— Y tú has sido mi ancla para hundirme más y más en la tristeza...Dorothea, sé lo que hiciste...

Ella fingió...mintió...y nos usó como su títere. 

— ¿En serio? — Enarca una ceja. — ¿Qué fue lo que hice?...o mejor dicho, ¿qué fue lo que tú no pudiste hacer por mí?

Me rio.

— No me culparás luego de lo sucedido, aunque no lo creas, recuerdo perfectamente cuando Mike Thornhill reveló tu secreto...asesinaste a su hermana. — Mis manos tiemblan.

— Fue accidental. — Su gesto es de enojo, pero sus palabras tiemblan. — Ella se cayó sola a la piscina.

— Tú la tiraste contra el bordo y luego ella murió desangrada y ahogada. — Le acuso.

El club de los cupidos negros [✓] - Las flechas de Cupido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora