Sentada en la parte trasera de una patrulla policial, una chica recibía primeros auxilios mientras se mantenía ajena a la conversación de un par de policías.
—Un motel aparentemente abandonado fue calcinado —informó un oficial a su superior.
—¿Quién te asegura que estaba abandonado?
—No habían cuerpos adentro, señor, y parece que antes del incendio ya estaba en condiciones deplorables.
—¿Detectaron qué produjo el incendio? —cuestionó el de mayor jerarquía.
—Sí, señor.
El oficial alzó una bolsa plástica de las que usaban para guardar evidencias, su superior arqueó una ceja.
—¿Una pieza de ajedrez?
—Así es.
El jerarca, nunca en sus treinta años trabajando en investigaciones penales había visto algo tan ridículo y a la vez peculiar como eso.
—¿Algo más, González?
El oficial se acercó más a él, de pronto la conversación adquirió un tono más confidencial.
—Ya se han hallado cinco cuerpos, señor. Tres a las afueras de un rancho aledaño a las ruinas y dos dentro de un lago.
—Joder, esto fue toda una masacre —opinó el superior, aún sin sorprenderse.
—Ya lo creo, y la única sobreviviente está en la patrulla con múltiples heridas a lo largo del cuerpo.
El Comisario alzó ambas cejas y miró de soslayo a la chica que fumaba un cigarrillo con total tranquilidad. Palmeó la espalda del oficial después de ordenarle proseguir con la investigación y caminó hasta la patrulla.
La miró con detalle antes de dirigirse verbalmente a ella. Estaba pálida, su rostro estaba repleto de pegostes carmesí, lodo y moretones de diversos matices. Uno de sus ojos estaba amoratado, había escuchado decir que tenía una herida profunda que abarcaba toda su pantorrilla y parecía que alguien le había clavado un objeto punzante en el palmas de una mano, y estaba atravesada.
Y ni hablar de la Bromhidrosis que desprendía su piel.
—Buenos días, señorita. Soy el Comisario Principal Albert Thomas, ¿Cree que pueda responderme un par de preguntas?
La fémina no asintió ni negó, sólo correspondió a su mirada, expulsando una calada y tomando otra mientras un paramédico se acercaba para prestar atención médica a su mano.
—¿Cómo te llamas?
—Harper López.
—¿Qué edad tienes?
—Diecinueve.
—¿Dónde vives?
Ella se tomó su tiempo para contestar entre caladas.
—En Brunete, Madrid.
El Comisario se sorprendió ante esa respuesta, estaban bastante lejos de la capital, mas no opinó nada al respecto.
—¿Y quién te hizo todas estas heridas, Harper López de Brunete?
Ella inspiró hondo cuando el paramédico hizo un movimiento sobre el brazo con que sostenía el cigarrillo, indicándole en voz baja que tenía un pequeño esguince.
Harper siempre había pensado que las autoridades eran estúpidas. No le daría el gusto a la policía de ahorrarse el trabajo y las investigaciones correspondientes al caso. Podía contestar con el nombre de cualquiera de sus agresores que dejaron múltiples heridas a su cuerpo y mentalidad, pero sencillamente no le daba la gana.
Le pareció más justo que la policía se carcomiera la cabeza al igual que ella buscando la identidad de un asesino serial con varios sospechosos.
¿Qué más daba? Igual, para ella, ninguno era menos culpable que el resto.
Harper arrojó la colilla de su cigarrillo al asfalto y la pisó con su pie descalzo y un semblante hermético. Sin romper el contacto visual, su rostro adquirió un matiz de odio y al final contestó al expulsar la última calada contra la cara del Comisario.
—Ibáñez Zelaya.
El hombre abrió los ojos como platos y se alejó de ella para hablar por el Walkie con expresión seria, comprendiendo la gravedad del asunto.
Esa chica era la única que había logrado huir del feminicida que tanto habían estado buscando por meses.
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MOTEL MORTAL
Mystery / ThrillerHarper es una adolescente rebelde e indómita que traza toda una utopía casi perfecta para irse de vacaciones con Donovan, un sensual cuarentón con el cual sextea en Tinder desde varios meses atrás. De camino a sus vacaciones de ensueño, una emisora...