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Sakura corría por los árboles tirando shurikens y kunais a unos blancos colocados en el bosque. La puntería no era su fuerte, pero intentaba hacer su mayor esfuerzo. Algunos dieron en el blanco y otros se perdieron en las hojas de los árboles o arbustos.

La niña, exhausta, para. Su cabello estaba por debajo de sus hombros y su flequillo pegado a su frente por el sudor, dificultando su vista, provocandole incomodidad, así que intentó soplar hacia arriba para que le dejara un poco de visión.

"Maldito cabello, no se si contármelo o dejarlo más largo para poder recogerlo bien". Su voz sonaba cansada y su respiración agitada.

Los entrenamientos se volvieron más frecuentes, y Sakura no había podido hablar mucho con Nagato últimamente. Extrañaba que la felicitara o que admirara sus avances, pero llevaba días sin verle siquiera, y Sakura sentía que tal vez no hacía suficiente esfuerzo para el legado que le querían dejar.

Ella no era un prodigio, no era una niña con un gran talento, pero tenía valor y perseverancia, y eso la hizo obtener sus resultados actuales. Si bien, tenía algunas habilidades que podrían considerarse talentos, no eran tan marcados como los de algún prodigio. Tenía memoria fotográfica, un gran manejo de chakra y un nivel alto de inteligencia y astucia, pero no poseía habilidades especiales ni aprendía lo suficientemente rápido como para considerarse excepcional ante sus ojos.

"¿Sigues entrenando, Sakura?". Se escuchó la voz de Kisame por detrás de la niña, sacándola de sus pensamientos.

"¿Qué haces aquí Kisame?"

"Pasaba por aquí, y como te vi entrenando quise pasar para acompañarte". Le sonrió. Últimamente Kisame y Sakura dejaron de llevarse tan mal, aunque igualmente de vez en cuando peleaban.

"Quieres una revancha, ¿No?"

"No, quería ayudarte con el manejo de la espada."

Sakura observó como Hoshigaki sacaba una katana para ella, la sacó de su protector y dejó a relucir su hoja de metal. El mango de la katana era de un color rosa cerezo, como el cabello de la niña, y la hoja era más ligera y delgada. Una katana para alguien hábil y rápido, lo que todo niño a esa edad era.

"Cuando seas más grande te daré una hoja más pesada". Le tendió la katana haciéndola girar en el aire y el tomarla por la hoja dejando el mango a disposición de Sakura "Por ahora, usa esta. Ágil y rápida, al igual que su dueña."

Sakura miraba embobada la katana, estaba tan contenta por dentro que no pudo contener una ligera sonrisa de sus labios que, apesar de que lo intente, no podía quitar. Tomo el mango de la espada y la miró con cuidado, detallando el brillo de la hoja y los reflejos que provocaba el ambiente en esta, dejando a la vista pequeños colores en la hoja y un brillo luminoso por la luz del sol que se ocultaba a la distancia. Giró la espada para que el reflejo diera con su rostro, dejando ver a una Sakura complacida y alegre por su regalo.

"Gra-gracias". Tomó la funda de su katana y la guardó.

"No hay de qué, ¿Quieres probarla?"

"¡Hai!"

/./

Kisame atacaba ligeramente a Sakura mientras que ella daba todo lo que podía. Si bien, el akatsuki podría derrotarla fácilmente, le gustaba ver como Sakura intentaba atacarle con todas sus fuerzas.

A pesar de que no estuviera ni cerca al poder de él, su fuerza era mucho más grande que la de cualquier niño, y seguramente dentro de poco pueda igualar a la de un genin.

Sakura le atacó con rapidez en dirección al pecho, a lo cual, Kisame con una katana que había comprado hace poco, le bloqueo el ataque. Sakura aprovechó eso para intentar darle una patada a el ninja siendo esquivada inmediatamente por este. La velocidad de Sakura disminuía con los minutos por el cansancio, y para ser realistas, la niña era más fuerte que rápida, pero no le servía de nada por la masa muscular que llevaba.

Arashi no SakuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora