II . Invitación

168 20 37
                                    

Lunes 12 De Marzo de 1870.

En puño y letra de Catalina, la libreta de planeación para lo que se comería en casa durante esa semana, decía;
Comida; estofado.
Postre; tarta de fresa.

Verónica, ágilmente picaba las últimas zanahorias. Esmeralda, echaba tortillas al comal para después preparar agua de jamaica. Elena, terminaba de forrar la tarta, la primera del año. Entre risas de chisme, platicaban las amigas y se apuraban.

—¡Sobró mermelada! —Elena se movió con el pastel—.

Esmeralda, emocionada corrió a la barra por el tazón de mermelada sobrante; tomó una gran cucharada y se la metió a la boca, viendo a su amiga meter la torta en el horno de piedra.

—¡Qué rico está ésto! —Esmeralda se acercó a  Verónica, poniéndole una cucharada del dulce en la boca—.

—Justo como debe ser la mermelada, dulce y ácida, un punto medio.

Para Elena, sus amigas y el olor de la comida en cocción, eran felicidad, pero, nada como los chismes del pueblo.

—Fuimos a comprar y el chisme, en boca de todos. El recién llegado. —Verónica, echando ahora papas a la olla de barro—.

—¿Qué hay de él? Mi mamá dijo que no sabía nada sobre la familia. —Elena estaba junto a ella en el fogón—.

—De él, nada, se sabe poco de él, pues no es el señor, es el hijo. —Hablando con ricos susurros de habladuría—.

—Todas las mamás con hijas casaderas están enteradas, ya que dicen, es soltero y muy, muy guapo. —Esmeralda, sentada, embarrando mermelada en un pedazo de pan—.

—Y con mucho dinero. Su padre murió y ahora es él, el total heredero de todas las riquezas de García. La casa de aquí y la fábrica “Hilando Industria”, es algo de lo poco, mucho, que puede presumir. —Completo Verónica, mirando a ambas en dos momentos—.

—¿Y sí llevamos una de tus tartas a esa casa, Elena? ¡Segurito se enamora! —Esmeralda, haciéndolas reír—.

Solo unos segundos más pudieron reír con tranquilidad. Fueron interrumpidas cuando unos tacones de ritmo conocido se aproximaron; Lidia. Callaron cuando ella entró.

—¿¡Tarta!? De verdad debes empezar a medir lo que comes, Elena.

—Yo no dejo a mí hambre vivir, Lidia. —La molestó con lo que más le dolía, obteniendo una mirada que juzgaba lo que llevaba puesto—.

—Por favor cambiate, Elena, sabes que odio verte así.

—Y tú sabes qué odio, me juzgues. —Con vergüenza, limpió su cara llena de harina—.

Lidia iba a salir de ahí, de esa pequeña pelea y cocina, pero fue interrumpida por el grito agudo y feliz de Catalina que pronto entró también a la cocina.

—¡Nos acaban de invitar a una velada para hoy en la noche! —Abanicaba la invitación mirando a sus hijas—.

—¿Apenas mamá? —Lidia, acercándose a su madre para ver la invitación—.

—¡Si! Nos la acaban de venir a dejar.

—En palabras fáciles, no quieren que vayamos. —Elena, quitándose el delantal, mirándolas—.

SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora