❥04

45 8 2
                                    

Era un día frío y soleado, a principios de marzo, el cielo tenía un suave resplandor azul. El Sol aún no estaba completamente alto en el cielo, todavía despertando de su largo sueño, brillando rayos de sol en la naturaleza invernal de abajo. La capa blanca de nieve que adornaba el paisaje se estaba derritiendo lentamente por la cálida luz del sol, revelando hierba verde junto con campanillas de invierno y ásteres como una señal de que se acercaba la primavera. Los árboles se erguían altos y hermosos a ambos lados del camino polvoriento, ramas cubiertas con nuevos capullos que pronto se romperán y se transformarían en hermosas flores.

Recuerda el día como si fuera ayer y no hace casi dos años.

Las ruedas de madera retumbaban en el viejo camino polvoriento cubierto de piedras a medida que el carruaje se acercaba cada vez más al castillo. Hermoso; elevándose sobre las colinas en la distancia, grande y majestuoso como un todo dominante de la tierra, rodeado de campos y bosques, luego pequeños pueblos en la lejanía. El tatarabuelo de Izuku se encargó de que fuera construido en la mejor zona del reino, obsesionado con la belleza. Siempre admiró el castillo, encantado de verlo cada vez que tenía oportunidad, pero ese día no tenía ganas de volver.

Había pasado el invierno en uno de los castillos de la zona sur del reino, en donde el frío era mucho más tolerable allí para él.

Iida se encontraba a su derecha hablando sin parar en los cambios y novedades que habían ocurrido en esos dos meses.

—También nombraron un nuevo general en la orden —ante eso, Izuku se giró hacia él.

—¿Uno nuevo? ¿Qué pasó con Kyou? —la ceja de Izuku se levantó con curiosidad.

Iida rascó su nuca desanimado.

—Fue asesinado en una de sus misiones al poco tiempo de irse usted, su alteza —murmuró.

—Oh.

La vista de Izuku volvió hacia la ventana, verdaderamente era triste, Kyou era un hombre de mediana edad que se encargó de sus lecciones físicas desde que tenía memoria. Pasaron mucho tiempo juntos y había logrado ganar un pedazo de su corazón. Pero simplemente se encogió de hombros y siguió ignorando la palabrería de Iida.

Ni siquiera supo cuánto tiempo estuvieron cabalgando, demasiado perdido en sus propios pensamientos para darse cuenta del tiempo y el paisaje. El resto del viaje cuesta arriba no toma más de diez minutos cuando el cochero azotó al pobre caballo para que cabalgara más rápido.

El patio estaba lleno; lleno de carruajes como en el que llegó. Era extraño que el palacio se encontrara tan vivo después del invierno, cuando todavía el reino se estaba recuperando de la dura temporada. Una vez que se detuvo el carruaje, saltó al suelo de una forma poco adecuada causando que Iida se pusiese pálido por su acción mal educada.

Avanzó entre los sirvientes y guardias quienes hacían reverencias a su paso con Iida pisandole los talones detrás anunciando los deberes de ese día. Pero se detuvo y el otro chocó contra su espalda, lo escuchó quejarse pero quedó en segundo plano, porque todos sus sentidos estaban en el hombre de enfrente.

Un chico joven, a lo mejor un poco mayor de él, de facciones afiladas y serias, ojos rubíes agudos y cabello rubio. Una sonrisa intentó abrirse en su rostro al verse comparándolo con la paja de los establos. El hombre se encontraba inclinado mirando lo que posiblemente era un mapa escuchando atentamente al soldado que estaba a su lado. Con los brazos cruzados en una pose de poder que hizo temblar sus rodillas.

Sus pies se movieron solos hacia ellos, vio lentamente como el soldado que hablaba subía su mirada y el reconocimiento brillaba en sus ojos asustados, pero su atención no estaba en él. El rubio ceniza finalmente apartó la mirada del mapa una vez que estuvo delante suyo y lo miró sin expresión.

El otro soldado arrugó el mapa entre sus manos pálido, temblando, como si hubiera hecho algo malo que mereciera un castigo. Pero era normal, Izuku no solía acercarse a los empleados a no ser que ocurriese algo, demasiado desinteresado de ellos, el único que siempre revoloteaba a su alrededor era Iida.

—¿Qué están haciendo? —preguntó con una pequeña sonrisa, poco interesado, pero necesitando escuchar la voz de ese chico. El soldado del mapa tartamudeó unas palabras pero el rubio ceniza lo interrumpió.

—¿Qué te importa? —contestó bruscamente, con una mirada fría en su rostro.

Escuchó un jadeo del soldado e Iida, pero en vez de ofenderse Izuku lanzó una pequeña carcajada, divertido. Por primera vez, se encontró un gato con garras. No sabía si era demasiado valiente o demasiado estúpido, pero las dos razones eran muy atrayentes para él.

—Solo estaba preguntando, ¿Puedo ver? —se inclinó hacia el otro soldado pero el rubio ceniza se puso en medio.

La nariz de Izuku captó un olor a sudor, hierba recién cortada y el hierro de la sangre. Para cualquiera sería desagradable, incluso para el peliverde, pero si provenía del hombre delante suyo, podría ser el afrodisíaco más poderoso del continente.

—Es información confidencial —cortó, cruzando sus brazos de nuevo de forma defensiva.

—Ya veo —Izuku mordió su labio tragándose la risa que luchaba por salir —¿Cómo te llamas?

—No te imp-

—¡Él es Katsuki Bakugou, nuevo general de la orden real de Musutafu, si alteza! —chilló nervioso el otro soldado cuando al fin encontró su voz haciendo una profunda reverencia —L-Lamento su comportamiento, él es nuevo como sabrá luego de la p-partida de Kyou.

Izuku sonrió abiertamente, observando cuidadosamente el rostro de Katsuki. A simple vista, no hubo un cambio visible, pero vio un atisbo de reconocimiento y nerviosismo en su mirada que desapareció rápidamente dejando otra vez una expresión aburrida encima, haciendo una reverencia.

—Lamento la forma en la que hable a su alteza-

—No, no lo sientes —interrumpió Izuku, vio al soldado ponerse más tenso con cada segundo que pasaba y escuchó los carraspeos disimulados de Iida detrás, el rubio ceniza se incorporó de la reverencia sin cambiar su semblante —Sé que lo decías con sinceridad, que el saber mi posición no haga que tu actitud cambie hacia mí, es divertido.

Se inclinó hacia el oído de Katsuki, dejando que su aliento cálido acaricie la zona.

—Nos veremos muy pronto, Katsuki.

Se alejó dándose la vuelta. El soldado finalmente suspiró e Iida rodó los ojos ante las estupideces inoportunas de Izuku. Katsuki no se movió, observando los movimientos fluidos del peliverde mientras subía las escaleras del castillo.


































Flor de primavera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora