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Se sentía de lo peor. Intentó aclarar el mal entendido, pero no lo escucharon.
-"No lo defiendas solo por miedo" -. Fue lo que consiguió de la chica que se hacía llamar Do Hwe Yi.

Las vacaciones dieron inicio y por su inutilidad debido a su estado físico, solo acompañaba a su padre a hacer trabajos sin esfuerzo. Aunque en realidad siempre lo subestimaban.

Ese día nevó. Les tocaba armar un estante para una dulcería, Jinhwan se quedó maravillado con la tienda apenas la vio. Una fuente de chocolate en la vidriera daba la bienvenida, había dulces de todos los tipos y colores. Ayudó a llevar las piezas dentro, una por una y su padre se encargó de armar el estante.

La dueña del local era muy amable, le ofreció chocolate caliente, no lo hubiera aceptado de no haber sido tan insistente. Luego de dar unos sorbos con la vista perdida en el cristal que daba a la calle presenció una escena conmovedora.

Un chico le ofreció unos dulces a un niño que se había caído y se encontraba llorando abrazando a su madre, tragó saliva sonoramente cuando aquel chico dejó de darle la espalda y se dirigió a la entrada de la tienda.

Era él.

Y de un segundo a otro, Jinhwan era todo un manojo de nervios.
- Buenos días -. Saludó su grave voz, entrando tras el mostrador.
- ¡Llegas tarde! -. Regañó la dueña de la tienda antes de alcanzarle un delantal a Koo.

La tela era blanca y tenía en él bordados de color rosa y lavanda, con el nombre y logotipo de la tienda.
- Me entretuve un momento, lo siento.
- ¿Y qué hay con esas sombras en tus ojos? ¿De nuevo te crees estrella de rock?
- Sabes que el delineado es definitivo, mamá.
- ¡Aish! ¿Cuándo crié a un delincuente?

Jinhwan lo miraba de reojo, una vez acabada su pequeña discusión con quien resultó ser su madre, vio cómo este saludó a su padre respetuosamente con una leve reverencia y entonces clavó su mirada en él.

Con timidez, Jinhwan levantó la mano a modo de saludo y este lo imitó, para luego ignorarlo olímpicamente.

La tienda estaba ubicada estratégicamente, además de tener algunos dulces artesanales; entre ellos el chocolate parecía ser el más popular.

Jinhwan se paró junto a su padre, alcanzándole las herramientas y tornillos que le pedía, mirando de vez en cuando de manera discreta a Junhoe.

Nunca se habían presentado formalmente, pero debido a las compañeras del más alto, sabía su nombre y apellido. Además de algunos rumores acerca de que era un chico problemático.
- ¡Jinhwan!
- ¿Eh? -. Contestó distraídamente al llamado de su padre.
- La cinta métrica.

Su padre acababa de armar el mueble, solo necesitaba cerciorarse nuevamente de las dimensiones para hacer los agujeros respectivos en la pared.

Luego de ayudarlo a medir y marcar con un lápiz la pared, fue por el alargue para el taladro. Con timidez se acercó al chico en el mostrador quien miraba su teléfono en ese momento.
- Disculpa...

Él levantó la mirada desafiante y las piernas del más bajo temblaron.
- Enchufe, ¿dónde hay un enchufe?
- Aquí -. El chico se apartó mostrando uno a sus espaldas.

Jinhwan se agachó y enchufó el cable y antes de que pudiera levantarse, el otro habló.
- ¿Aún duele?

El más bajo se irguió, por un momento había pensado que Junhoe no le había reconocido.
- No, yo estoy bien.
- Ese día, tenías algo que decirme.
- No sé si aún me recuerdas... En el examen de ingreso me ayudaste pero todo terminó en un mal entendido...

Dulces miradas - (Junhwan) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora