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narra emiliano

Pude hacer pis

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Pude hacer pis.

Alessia se dio la vuelta y se tapo la cara mientras yo pude soltar mi gran molestia, después de eso ambos nos sentamos a esperar que alguien se digne a venir al baño o que alguien noté que ninguno de los dos estabamos.

—¿Enzo no está despierto? —pregunté, jugando con mi pulsera roja.

—Nop —negó, con su cabeza reposada sobre la pared—. A Enzo no le hablas por dos minutos y se duerme por horas, se puede caer el avión y el no se va a enterar.

Asentí, quedando el silencio.

Por la altura y teniendo en cuenta de que nos acercabamos al desierto, empezaba a hacer demasiado calor, y no ayuda que estemos los dos en un lugar diminuto.

Yo tenía un short y una remera manga corta, pero ella tenía jeans y un sweater negro. De solo verla me cagaba de calor, y sabía que a ella le incomodaba la ropa porque a cada rato empezaba a sacudirla para que entrara algo de aire.

—Me cago de calor —dije, dando mi cabeza con la pared.

—Imaginate yo —se quejo.

—Sacate el sweater —le pedí con desesperación—. Me das calor.

Ella niega con la cabeza antes de decirme:

—Solo tengo un corpiño abajo. No te quiero incomodar.

—No me incomoda —negué— ¿Te incomoda si me saco la remera yo?

Ella niega antes de sacarse el sweater con rapidez, aliviada por sentirse un poco mas fresca.

Hice lo mismo y quedamos en silencio nuevamente.

No sabía de que hablar, no quería ni moverme para no verla sin ropa. No soy un pajero, soy grande ya para no poder controlarme, pero me siento como un pendejo hormonal con ella y eso me hace querer alejarme lo mas rapido posible.

—Me estoy por morir —rompió el silencio—. Necesito sacarme los jeans.

Levantó la cadera para pasar el jean y yo miré al techo mientras soltaba aire retenido. No mires, no mires.

Escuché una risita de su parte y la miré de reojo.

—¿Te pongo nervioso? —preguntó divertida.

—Me das miedo —respondí sincero.

—No es nada que no hayas visto ya.

Fruncí el ceño, confundido por lo que dijo.

Que yo sepa nunca la vi en bolas y jamás estuve con ella en bolas.

—Hablo de... a una mujer —aclaró.

—Ah —asentí—. Si la verdad tenés razón, pero es diferente.

—¿Es diferente?

—Si, porque con vos no tengo nada y apenas nos conocemos.

CAÓTICOS [Dibu Martinez] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora