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 Hermione golpeó su vaso vacío contra la mesa y maldijo en voz baja cuando más de una cabeza se giró en su dirección. Hizo caso omiso a las miradas curiosas y pidió otro trago; no le importaba si cuchicheaban, pero tampoco quería su atención, así que barrió el largo de la mesa con una mirada glacial en sus ojos marrones y los dos o tres magos que la miraban desviaron sus ojos para volver a sus propios temas de interés.

Eso estaba mejor.

Alcanzó su nuevo vaso y se giró con la espalda contra el mostrador, inclinándose levemente para echar una mirada a su alrededor. 

La fiesta estaba animada, jugadores y personajes adyacentes al deporte pululaban a su alrededor. La antesala a las premiaciones europeas de quidditch era una temporada festiva que les otorgaba la oportunidad a los equipos de poder socializar entre ellos y el medio deportivo más allá de los enfrentamientos entre partidos. Por lo mismo, se preguntó por enésima vez qué hacía ella ahí: ni siquiera era fanática del quidditch. Merlín, con suerte sabía el nombre de las posiciones dentro del equipo y eso solo porque Ginny ocupaba una de ellas; fallaba en todo lo demás. Pero al parecer su vida era una broma porque todos a su alrededor eran acérrimos seguidores de dicho deporte, comenzando por sus mejores amigos y por sus exparejas.

Hermione frunció el ceño. Ese parecía ser precisamente el problema que tenía entre manos ahora. Si bien asistió a la fiesta invitada —chantajeada y manipulada parecía una mejor descripción— por Ginny, el tener que compartir espacio con personas de su pasado no tan lejano la volvía incómoda. Si bien con Ron habían limado asperezas hace años, optando por salvar su amistad luego de un intento incómodo y fallido de relación adolescente, no sucedía lo mismo con su segundo y último novio. 

Cormac había sido un infortunado traspié, en palabras de sus amigos.

Pero era un traspié atractivo y carismático con el que había estado saliendo durante meses. Hermione gimió para sí misma. Tal vez ella tenía un tipo de chico después de todo. Un mal tipo. De otro modo no se explicaba cómo sus únicos intereses amorosos serios eran tipos visualmente atractivos, pero con un único tema en la cabeza: quidditch. Resultaban diametralmente opuestos a ella. No es que considerara el quidditch en sí mismo como algo superficial, pero cuando ese era el tema central de las preocupaciones de sus parejas se volvía un asunto monótono. 

Ron era, posiblemente, el mayor fan que había conocido, además de practicarlo en sus días de escuela, y Cormac lo llevó más allá al ser él mismo un jugador profesional. Y ahora ella estaba allí, en medio de una maldita fiesta cuyos principales integrantes no eran otros que un montón de jugadores del bendito deporte en cuestión. 

Tenía que ser una broma.

Alguien se acercó a su lado, con su propio vaso de cóctel, y Hermione reconoció la melena rubia de su antigua compañera de cuarto. 

Lavender Brown había cambiado con los años, y la relación entre ambas también. De la incomodidad de sus últimos años de colegio cuando ambas estaban interesadas en Ron a una relación cordial entre dos jóvenes maduras que habían podido dejar el pasado atrás. Si bien Hermione no llegaría tan lejos como para llamar a la mujer una amiga cercana, ella estaba dentro de su círculo, más aún cuando Ron se reencontró con su primer affaire y ambos decidieron volver a intentarlo, más serios esta vez.

—Te dije que ese vestido estaba cosido en ti —dijo la rubia, dándole una mirada apreciativa—. Aunque me ofende un poco que no lo estés luciendo como se debe.

Hermione rodó los ojos. Por supuesto que Lavender elogiaría su propio trabajo. Aunque, para ser justos, el vestido era hermoso y Lavender era una buena diseñadora.

Una noche y algo más || Krumione ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora