Ella me tiene a su disposición...
Soy completamente suyo...
Ella es la única que me puede pedir y decir lo que ella quiera...
Cuando me llama a las dos de la madrugada, voy directamente hacía ella.
Ella es la única persona que me tiene a sus pies...
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Sonreía alegremente mientras la besaba, ella era mi todo.
Me levanté un poco para ver su rostro, el cual era iluminado por los rayos del sol a punto de desaparecer entre las colinas.
Ella reía, estábamos en una cita enmedio de un pequeño campo. El sol se apreciaba mucho mejor en la naturaleza, se veía más radiante y enorme.
-Izana- exclamó ella emocionada- Ya viene la hora dorada!- dijo viendo al cielo
-Es tu hora favorita del día, no?- dije algo enternecido por su rostro de emoción.
-Mira!- le brillaban los ojos y su sonrisa era enorme.
Esa era nuestra hora, la hora dorada de cada tarde.
Los rayos del sol iluminaron su rostro y podría jurar que ví a un ángel en persona, al ángel más hermoso que podré ver en toda mi vida.
Me levanté y acaricie el otro lado de mi cama, estaba vacío...
Voltee a ver con la esperanza de verla ahí, no había absolutamente nada ahí.
En la esquina de la habitación habían prendas de ella, uno que otro par de zapatos y demás, me dolía ver esas cosas ahí... Solo me recordaban que ya no estaba conmigo.
Ahí me di cuenta de algo...
Simplemente había revivido un recuerdo en sueños, con amargura me levanté y arregle.
Toda la familia Sano se encontraba vestida con sus mejores ropas, una mirada perdida y el corazón hecho trizas, parecía que el mundo se había detenido y todo era color gris. Nadie de la familia quería pasar por esto.
Habían librado ya una vez de pasar ese proceso y ahora venía la muerte a cobrar viejas cuentas. Talvez Shinichiro no había muerto, pero Yugī ahora lo estaba, Izana perdió a quien más amaba.
La muerte era tan egoísta, tan poco empática, que llegaba a lastimar y destrozar a las personas más sensibles.
Izana no quiso estar para recibir el pésame de las personas presentes, ya que no solo era un pésame, eran dos, el de su hijo y el de su novia.
El se encontraba en una esquina con la mirada perdida y el corazón partido.
Manjiro se acercó a su hermano y lo abrazó fuertemente.
-Lo lamento, enserio lo lamento- la voz de Manjiro sonaba quebrada.
Manjiro sabía que era perder a una chica importante y por la cual darías todo, y lo peor, es que el lo había vivido en carne propia.