Huida

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El tan familiar ruido del viento fue el único sonido que amparó aquella huida desgraciada, desesperada. Los pasos de ambas Drones eran dispares, relativamente erráticos, un reflejo del precario estado en el que un desafortunado encuentro con una particularmente resistente unidad de desmontaje todavía leal a la compañía, les hubiese dejado.

Habían, afortunadamente, logrado prevalecer en la que fue una cruenta batalla que se prolongó durante dos largas horas. Se trataba de un Dron de Desmontaje excepcionalmente resistente; capaz de endurar indómito los feroces embates de J y esquivar con la mayor de las agilidades el cañón de Uzi en demasiadas oportunidades. No fue sino hasta un momento afortunado, producto de la trapera implantación de un virus en su sistema durante un forcejeo prolongado, que J pudo liquidarlo con sus propias zarpas. En aquel momento, al calor de lo que aparentaba ser una victoria segura, el desgraciado, cegado por la ira e impulsado por el frenesí moribundo que experimentaba, antes de que siquiera la de níveas coletas pudiera advertirlo, le rasgo profundamente su visor en un esfuerzo por apuñalarla en la cabeza.

No fue por suerte una herida mortal, contrario a lo que le hubiese pasado al otro Dron, el cual se apagó instantes después bajo el resarcimiento de J ante el espantoso dolor que siguió a su último ataque desesperado. Esta se apartó a rastras del cadáver mecánico al tiempo que Uzi se apresuró a tratar de revisarle para ver en qué estado se encontraba después de básicamente haberla oído gritar de forma incluso peor que durante su primer enfrentamiento hacía meses. Requirió cierta rudeza e imposición entre gruñidos de dolor y palabras corporativas usadas en lugar de profanidades, junto a las impasables amenazas de muerte, pero le fue posible a la peli-morada el hacer un control de daños:

El ataque dejó fuera de línea no solo el visor principal, sino todos aquellos relacionados a la obtención de datos visuales, lo cual, en esencia, significaba que J había quedado ciega de forma temporal. Las reparaciones de tales partes ya estaban en marcha para cuando pudo examinarle, claro; imperdible era la sustancia grisácea que eran los nanobots trabajando, pero contrario al caso de N, estas reparaciones de las partas dañadas se notaban más lentas. Lo único que pudo obtener como explicación por parte de J (entre amenazas de muerte y profanidades corporativas) como explicación a este contraste era que su inteligencia "superior" no "salió gratis".

El aguardar en aquel almacén que la Dron de Desmontaje pudiese ver de nuevo pareció en aquel momento el curso obvio de acción, sin duda. Particularmente, después de tener que apartarse furiosamente de J, quien le propino un empujón y un par de insultos cuando quiso revisar a fondo sus heridas. Cosa que basto para que la peli-morada, hastiada de su comportamiento, se decidiese a regresar a la actividad interrumpida por el asalto, mientras que la de cabellos blancos busco a tientas y se sentó en una silla metálica a esperar en modo de hibernación a que las reparaciones terminasen más rápido.

Sin embargo, el regreso a buscar piezas para la capsula; el requerido reposo para volver a poner en línea los sensores ópticos...Todo aquello se vio interrumpido por un extraño y repentino pitido, proveniente de la masa metálica y aceitosa que era el remanente de la ignota Designación agresora. Era un sonido repetitivo y molesto, uno ante el cual lo único que se le ocurrió a Uzi fue tomar su catalizador fotonico (O en sus propias palabras "Su Increíble Supercañón") y apuntar a los restos para desintegrarlos y silenciar lo que ella creyó en esos momentos era un simple glitch producto de un sistema hecho trizas; no era la primera vez que escuchaba un cadáver mecánico repetir un único sonido después de que su Sistema Operativo dejase de funcionar, aunque desconocía que los verdugos de las unidades trabajadoras pudiesen tener el mismo problema.

La Dron Obrera recordaba aun vivamente, horas después, mientras corrían erráticamente, como J, quien actualmente se apoyaba muy renuente de su hombro para poder andar, le notificó sobre aquello: El ruido le saco de su modo de hibernación, justo en el momento en que ella iba a silenciarlo como si no se tratase de mayor cosa, su dedo estaba en el gatillo, y fue ahí que la escucho hablar por lo bajo, a su diestra:

Glagan MeirgeachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora