Dédalo

3 0 0
                                    

La explicación que inevitablemente tuvo que darle fue ciertamente monótona e irritante; pero fue lo suficientemente clara como para que ella entendiese lo que debían buscar, pese a que tal cosa no fuese de lo más útil, con el señalamiento que hizo Uzi de que se encontraban a la mitad de la nave de la iglesia, resultaba a partir de ese momento una cosa más designada al azar el que encontrasen el bloque de administración a tiempo; no ayudaba, en lo más mínimo, el detalle que algunos de los pocos carteles que bien podrían haber tenido señalizaciones para ir a algún otro punto del templo se encontraban lo suficientemente dañados para ser ilegibles, pese a estar bajo la poderosa luz directa del visor de la obrera.

De forma que continuaron avanzando derecho por la nave del templo. El ulular del viento aun resonaba dentro del edificio, y ello era el único sonido que sus sensores auditivos pudieron captar al volver a enfrascarse en la tarea, esa que estuvo haciendo antes de comentar maliciosamente la linterna integrada de Uzi: ello era un esfuerzo un tanto complicado, no tanto porque aquella desgraciada designación serial hubiese dañado nada relacionado a su audición, sino debido a que su intención, aquella de que la de cabellos morados dejase su diatriba estúpida con respecto a los humanos no parecía haber funcionado; pese a que tuviese silenciado el patrón de sonidos correspondientes a la voz de la trabajadora de manera casi total desde hacía ya un rato, aun ciertos dejes de su voz se colaban entre sus filtros. Respondía a estos con breves monosílabos que solo implementaba como un medio para eludirse del hecho de que su vigilancia auditiva de aquel abandonado edificio carecía de completa relevancia.

No había nadie en aquel abandonado lugar; trabajadores o unidades de desmontaje. Sus sensores auditivos captaban con toda claridad el ulular del viento que entraba por algunas destruidas ventanas y derribadas puertas en un repetitivo ruido que ya estaba comenzando a aburrirle de una manera brutal. Aunque bajo ninguna circunstancia podía llegar a hacerle bostezar tanto como la perorata que estaba ignorando actualmente, y la cual no parecía encontrar fin de cara a los dejes que continuaba escuchando aun con toda su capacidad de procesamiento enfocada en otra cosa.

Ella tomó la cuestión de la que tanto parloteaba la obrera con la misma fría actitud que cuando hacía no mucho los trabajadores estuvieron en su punto de mira (no es como que aún no lo estuviesen, pero ahora las cacerías eran plenamente hechas con el fin de alimentarse dentro de lo razonable). Los monólogos sádicos los guardaba para la ocasión en la que tuviese entre sus zarpas a algún miembro de la compañía rogándole por clemencia. Jamás entendería la disposición a tal charlatanería: El acto en sí mismo no requería mucha meditación, al menos de la forma en que ella viese el asunto; fueron traicionados de manera sistemática, condenando a las unidades de desmontaje a una muerte segura en este paramo helado...cualquier acción en respuesta a semejante cosa era poco más que defensa propia, incluso se le podría poner la etiqueta de justicia si se prefiriese.

Con toda posibilidad, fuese continuado con su apreciación negativa de las aseveraciones de la unidad obrera, pero un relativamente repentino giro a la izquierda le hizo espabilar de aquello, trayéndole de manera completa hacía el desenvolvimiento de los acontecimientos. Pudo notar como el sonido del viento, tan constante como siempre, comenzaba a difuminarse levemente, indicando que en efecto se estaban alejando de la nave de la iglesia, con toda probabilidad por alguna especie de pasillo o pasaje en concreto. Desactivo los filtros que tenía en sus sensores auditivos y aguardo a que las palabras de Uzi tornasen hacía ella con alguna información con respecto de hacía donde iban.

Sin embargo, nunca recibió tales datos. El monologo continuó durante otro rato, en el cual se arrepintió enormemente de haber quitado los filtros, pero a la vez también sintió cierta impaciencia entremezclada con una creciente curiosidad, que ciertamente estaba muy marcada por la necesidad de encontrar un escondrijo que rehuyese completamente del más mínimo aumento de temperatura.

Glagan MeirgeachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora