Jungkook caminaba por las calles de Seúl, ignorando las luces, los adornos y los villancicos que anunciaban la llegada de la Navidad. Para él, esa época del año no tenía ningún significado, solo le recordaba lo solo que estaba. Desde que sus padres murieron en un accidente cuando él tenía diez años, había vivido en un orfanato, donde nadie se interesaba por él ni le mostraba afecto. A los dieciocho, se mudó a un pequeño departamento, donde trabajaba como repartidor de comida a domicilio. No tenía amigos, ni familia, ni sueños. Solo sobrevivía, esperando que cada día terminara.
Jimin, en cambio, era todo lo contrario. Era un duendecillo alegre, optimista y curioso, que vivía en el Polo Norte, donde ayudaba a Santa Claus a preparar los regalos para los niños. Su mayor deseo era convertirse en un duende de nivel 7, el más alto rango entre los ayudantes de Santa, que les permitía viajar con él en el trineo y ver el mundo humano. Pero para lograrlo, tenía que pasar una prueba: repartir pastelitos de felicidad durante un mes en una tienda mágica que solo podían ver los humanos que necesitaban un poco de alegría en sus vidas. Los pastelitos tenían el poder de cumplir los deseos o anhelos de quienes los comían, siempre y cuando fueran buenos y sinceros. Jimin estaba emocionado por la oportunidad, y se preparó con entusiasmo para su viaje.
El día antes de Navidad, Jimin llegó a Seúl, donde se encontraba la tienda mágica. Era una pequeña y acogedora pastelería, con un letrero que decía "Sweet Happiness". Jimin entró y se puso el delantal y el gorro que le habían dado. Tenía una apariencia humana, pero conservaba sus orejas puntiagudas y su cola peluda, que ocultaba bajo su ropa. Se asomó por la ventana y vio a la gente pasar, admirando sus rostros, sus gestos y sus atuendos. Estaba fascinado por ese mundo tan diferente al suyo.
— Hola, Jimin. Bienvenido a la tienda mágica. —Una voz amable lo saludó desde detrás del mostrador. Era el dueño de la pastelería, un señor mayor y bondadoso, que era el único que podía ver a Jimin tal como era. —Soy el señor Lee, y estoy aquí para ayudarte en lo que necesites. Te enseñaré cómo funciona todo.
— Hola, señor Lee. Muchas gracias por recibirme. Estoy muy feliz de estar aquí. —Jimin le sonrió con entusiasmo.
—De nada, Jimin. Es un placer tenerte aquí. Eres el primer duende que viene a esta tienda. — El señor Lee le devolvió la sonrisa. —Ven, te mostraré la cocina, donde están los pastelitos.
El señor Lee llevó a Jimin a la cocina, donde había una gran variedad de pastelitos de diferentes sabores, colores y formas. Cada uno tenía una etiqueta con el nombre del duende que lo había hecho, y el deseo que podía cumplir.
—Estos son los pastelitos de felicidad. — Explicó el señor Lee. - Cada uno tiene un poder especial, según el duende que lo haya hecho. Tú tienes que elegir el pastelito adecuado para cada cliente, según lo que veas en su corazón. No te preocupes, es fácil. Solo tienes que confiar en tu intuición.
—Entiendo. —Asintió Jimin, mirando con curiosidad los pastelitos. —¿Y cómo sé quién es un cliente?
—Bueno, la tienda mágica solo se hace visible para los humanos que necesitan un poco de felicidad en sus vidas. Puede ser que estén tristes, solos, enojados, frustrados, o cualquier otra cosa. Tú los reconocerás por su aura, que es el color que rodea a cada persona. Los clientes tienen un aura gris, que significa que han perdido la esperanza. Tu misión es devolverles el color a sus vidas, con los pastelitos.
-—Ya veo. —Dijo Jimin, asombrado. -—Es una misión muy importante.
—Lo es, Jimin. Lo es. — Afirmó el señor Lee. — Y recuerda, solo puedes dar un pastelito por persona, y solo uno al día. No puedes forzar a nadie a comerlo, ni decirle lo que va a pasar. Solo puedes ofrecerlo con una sonrisa, y esperar que lo acepten. ¿Está claro?
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*ೃ࿔ Magical Christmas
FanfictionJungkook un joven huérfano que siempre quizo y anhelo tener una familia y alguien lo quisiera, el sentirse querido y amado, es un chico frío, poco social, tímido y reservado, odia las fiestas especialmente la navidad, pues al no tener con quien pasa...