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Ya estamos en los capítulos finales, este es el antepenúltimo ¡Que lo disfruten!



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El director PC sostenía el libro del mal en sus manos, leyó:

«Este chico es la zorra más arrastrada, más sucia que he conocido.
Nunca confíes en él, es una mugrosa golfa».

Debajo del enunciado se exponía una fotografía de nada más y nada menos que su buen y distinguido alumno: Eric Cartman.

El castaño de mejillas regordetas sollozaba y limpiaba su nariz con un pañuelo, sentado en la oficina del director y reclamando indignado e incrédulo la existencia de ese libro de pasta dura de color rosado.

—Lo encontré en el baño de hombres —decía Eric en medio del llanto —. Es malévolo, director PC.

— ¿Esto es cierto? —El docente hojeaba el libro con impacto — ¿El señor Garrison se besuquea con estudiantes?

Cartman alzó las manos expresando confusión e indignación mientras mantenía enrojecida su nariz por habérsela limpiado constantemente y sus ojos bicolor estaban vidriosos por el llanto.

—Santo Dios... —musitaba el director PC incrédulo y sin dejar de leer — ¿Qué dice aquí? «Lisa Berger es una...»

—«Golfa gorda» —a completó el castaño para después intensificar su llanto y cubrir su rostro dramáticamente con el pañuelo.

—Ya cálmese, joven Cartman —continuó hojeándolo.

— ¿Por qué escribir algo así? —Chilló Eric y dramatizó — ¡Es tan malvado!

—Descuide, descubriremos quién lo hizo —afirmó el director PC tratando de transmitirle paz y calma a ese pobre estudiante tan afectado.

—Solo hay tres chicos en toda la escuela que no están ahí...

Señaló Cartman con una mirada fría, apretando sus puños y sorbiendo su nariz.

Hoy los jodería y nadie iba a impedirlo.

Contuvo sus macabras ganas de sonreír para continuar con esa faceta de estudiante víctima y vulnerable.

Eric Cartman también sabía ser un muy buen actor y a diferencia de Kyle el siempre obtenía los estelares.

El judío no sabía que una tormenta se acercaba. Estaba en clase de educación sexual con la señorita Selastraga, quien deba una efusiva clase acerca de las enfermedades de transmisión sexual. Le pidió a Moisés que lo sacara de esa sofocante clase. Pero no se imaginó que sus súplicas serían escuchadas. De haberlo sabido no hubiese pedido nada.

Fue llamado a la oficina del director. Durante el trayecto comenzó a cuestionarse por qué sería llamado, sino había hecho nada malo. Bueno, si había hecho cosas malas, lo reconocía; pero no eran detalles que se fuesen a mezclar con lo escolar o eso suponía. Pero no supo a quién rezarle cuando al llegar a la oficina se encontró cara a cara con el castaño, quien salía de ella con un rostro empapado en lágrimas.

En un momento se preocupó de verle así, pero todo rastro de preocupación hacia él se borró cuando vio como sus rencorosos ojos bicolor apuntaban hacia él como un par de pistolas y levantaba levemente la comisuras de sus perfectos labios. Esa expresión lo dijo todo:

Mean BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora