Fiorella
Miedo.
Y no el miedo que siente cualquier niño de 8 años cuando es descubierto robando algo en el refrigerador, cuando está jugando con la tierra o brincando en los charcos bajo la lluvia y teme al regaño de sus padres, cuando hace alguna travesura y tiene miedo de lo que le dirán sus papás o incluso el miedo por hacerle algo malo, sin querer, a su pequeño hermano, solo culpa de la inocencia.
No.
Ese no era el miedo que sentía Fiorella.
Ella nunca había sentido las gotas de la lluvia en sus tibias mejillas al estar brincando en los charcos entre risas, ella no había jugado con la tierra ni con niños "normales", ella no era capaz de robar o mentir...al menor no por algo que robo del refrigerador.
Sus juguetes, eran cuchillos y casquillos, el jugar, el bailar y el reír, eran reemplazados por entrenamiento de cuerpo a cuerpo, por clases de defensa personal, cómo disparar un arma, como saber llevar negocios, estar a lado de su padre y ver cada masacre que llevaba a cabo, las risas...eran llantos que ocultaba en el día pero que en la noche eran parte de su dolor.
¡¿Cómo una niña de 8 años va a ser todo aquello?!
Fiorella hacia todo eso y más, en el mundo de oscuridad en el que había tocado vivir se empezaba desde la cuna. No te regalaban una muñeca al nacer, si no una navaja grabada con tu nombre.
Los lujos no faltaban, tenía de más y con los que podría tener una vida sin preocupaciones desde el mismo día desde que se supo de su llegada. Pero Fiorella no anhelaba ni un centavo y menos del cómo se conseguía en el mundo que conocía. Pues una fortuna para ella era una maldición.
Ella cambiará todo aquello por pasar un día bajo las gotas frías de la lluvia con una sonrisa, por sentirse libre y no encarcelada.
Ella era incapaz de ponerle una mano encima a su pequeña y frágil hermana, la amaba como nadie la amaba a ella, la cuidaba como nadie la cuidaba a ella y le enseñaba todo lo que ella quisiera ver en cambio de ver a su padre matando a alguien.
En esos momentos se encontraba consolando a su dulce e inocente hermana, quien estaba llorando entre sus brazos mientras ambas estaban sentadas en las escaleras.
-Ya no llores- susurro acariciando el cabello azabache de su hermana.
-¿Por qué soy más fea llorando?- la pequeña Aurora se limpió la nariz con el dorso de su mano.
-Tu eres bella, con gotas en los ojos o no, con mocos en la nariz o no- Aurora río y Fiore sonrió -, pero me duele verte llorar.
-Por mi culpa te van a regañar- la pequeña de ojos cafés con pizca de un tono verde miró a su hermana mayor.
Fiore frunció el ceño y la miró molesta.
-No fue tu culpa
-Si tan solo me hubiera defendido yo sola...- la pequeña Aurora volvió a romper en llanto y se abalanzó al cuello de su hermana para abrazarla de nuevo.
Fiore la abrazó con todas sus fuerzas, era el único amor que recibía y el único que necesitaba, su pequeña hermana era capaz de hacerla llorar...nadie más lo había conseguido desde que su madre murió cuando ella apenas tenía 5 años.
El día que vio a su madre ser enterrada, se juró no derramar una lágrima por cualquiera.
Fiore era una pequeña y dulce niña diferente, a la que le había arrebatado su inocencia desde mucho antes de nacer.
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Paraíso Terrenal © #1
FantasyUn Príncipe coronado del Infierno, el Gran Duque de los ojos color dorados. Un Ángel de la Sabiduría y los Secretos con la mirada azul zafiro. Y una bella flor corrompida por un mundo de oscuridad. ¿Qué relación tienen con ella? ¿Por qué sienten ese...