🤍| 06 El último intento |🤍

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Fiorella

Dcir que odiaba ese lugar era una palabra que quedaba muy lejos y muy corta de lo que ella sentía al estar ahí. Y no era el único sitio que detestaba.

Su papá la había llevado a diversos sitios que Fiore hubiera preferido evitar, pero estaba bastante segura y bastante convencida ya, de que nunca podría escapar de su realidad. Ni de lo que se hacía en aquellos lugares.

-No me gusta venir aquí- susurro mirando por la ventana, nerviosa.

El auto entró en una carretera sola y avanzó unos cuantos metros más antes de seguir su rumbo por unas calles desoladas. Se abrazó y miró aquellas casas abandonadas sintiendo un escalofrío correr por su columna.

-Fiore...- escucho la voz de Max. Se giró para verlo sentado en el asiento del copito, tenía su cabeza girada hacia atrás. Viéndola.

Vio cómo abrió la boca para decirle algo, quizá algo alentador al ver su triste y temerosa mirada, pero Gael lo interrumpió.

-Es su deber señorita y su futuro- Max lo volteo a ver de golpe, tenso, con los ojos entrecerrados.

Fiore soltó un suspiro y regresó su vista a la ventanilla. Se estaban acercando a la bodega. Gael giró en una última curva reduciendo la velocidad y entrando a un callejón aún más solo y casi oscuro. No había ningún tipo de iluminación. Las únicas luces eran las del carro. El atardecer estaba llegando a su fin para dar la bienvenida al frío de la noche.

El auto se estacionó delante de una pared alta de ladrillos anaranjados. A su derecha había otra simple pared y a su izquierda estaba una de las muchas bodegas de su papá y sus socios.

No espero a que Max bajara y le abrirá la puerta, ya le había quedado claro que no era una princesa como ella había soñado ser y tenia que aprender a sobrevivir y no vivir en su mundo.

De un brinco, sus zapatos tocaron el pavimento, aún llevaba el uniforme de la escuela, hizo una mueca. Me hubiera cambiado. Estaba segura de que esa tarde-noche lo iba a ensuciar.

El frío del viento la golpeó provocando que se estremeciera de pies a cabeza y apretara su mandíbula con fuerza soportando aquel temblor que comenzaba a adquirir su cuerpo de manera involuntaria y no por el frío.

Si esos dos seres guapos son de mi imaginación, que aparezcan ahora.

Nada.

-¿Fiore?- escucho la voz de Max.

Suspiro con los ojos cerrados y apretó sus puños con fuerza a los costados de su cuerpo para darse ánimos sola.

Camino a la gran puerta de la bodega que estaba sosteniendo Gael para dejarla pasar. La cruzó. Dentro el lugar parecía más grande y dentro tenía lo mismo que todos esos sitios a los que su papá la llevaba. Estaba alumbrado con muchas luces blancas, con focos redondos y grandes en aquel techo alto.

Había muchos estantes enormes, del piso hasta casi tocar el techo y daba la impresión que ocupaban todo el espacio del enorme lugar, en cada uno de los compartimentos había bolsas negras, blancas, barriles, cajas, algunas armas de todo tipo, vinos, envoltorios enormes, etc.

Varias mesas rectangulares en el centro del lugar con demasiadas cosas sobre ellas, algunas de esas cosas Fiore no conocía del todo bien y máquinas, algunas no las sabía utilizar y otras, su papá le había enseñado cómo manejarlas.

Había unos cuantos carros y motos y mucha gente caminando de un lado a otro por todo el lugar. Con montones de dinero entre sus manos, armas, bolsas de un contenido blanco, verde, en forma de pequeñas piedras y con muchas cosas que hacían preguntar a Fiore el porqué de su uso o porque la gente incluso se mataba por el contenido de aquellas bolsas.

Paraíso Terrenal © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora