Encuentro Casual

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El siempre elegante y plateado brillo lunar bañaba una gran infraestructura china, dándole un aspecto más magistral a aquel lujoso palacio digno de un rey, pero esa no era la vivienda de un emperador o de alguien de ese estilo, sino que pertenecía al más fuerte de China y con él habitaban otras dos personas o mejor dicho solo era una persona porque el otro ser resultaba ser un gigantesco y descomunal caballo rojo.

En ese momento Chen Gong caminaba en dirección al establo de su hogar para dejar a Red Hare el cual estaba cansado y quería dormir, le había dado de cenar algunas zanahorias con heno y acicalado un poco, era más tarde que otras noches ambos se habían quedado hasta estas altas horas esperando con ansias el regreso de su General.

Miraba afligido el brillante astro en lo alto del oscuro firmamento, aún con los años que llevaba ahí le seguía pareciendo impresionate como el reino de los cielos no era muy diferente al terrenal, claro la más grande diferencia eran esas extrañas islas flotantes las cuales se escapaban de su lógica como estratega, pero hoy no tenia muchas ganas de admirar la bella noche ni de cuestionarse como funciona ese mundo, se sentía muy preocupado por su lord Lu Bu, lo conocía lo suficiente como para reconocer que no lo estaba pasando muy bien allí al estar quieto, él creyó que al solo morir encontraría a ese amigo que tanto buscaba, pero los tenían ahí apartados lejos de los Dioses y otros humanos, en definitiva las cosas no son como las había imaginado, sin mencionar que después de la visita de aquella misteriosa dama él esperaba pacientemente la pelea prometida, actuando en contra de su naturaleza conflictiva solo por ese torneo, pero para el pequeño asiático era claro que el mayor estaba igual de deprimido que en la tierra.

Algo que despertaba su curiosidad era cada vez que su General salía, ¿Qué hacía? ¿A dónde se dirigía? Nunca le pedía su compañía ni siquiera la de Red Hare y cuando insinuaba que quería ir, él más alto tomaba una actitud extraña casi sospechosa, además cuando se iba en ocasiones volvía muy tarde o a veces al día siguiente ¿Tan fastidiosa era su compañía? ¿Ya estará harto de estar solo en presencia de ambos? ¿Los considera tan inferiores para no decirles nada? Aunque en el fondo un presentimiento le decía que le ocultaba algo...

Llegó hasta el establo hecho de fina y resistente madera, acomodó al caballo ahí y acarició la áspera crin unos momentos para después hablar.

—Red Hare ¿Qué crees que esté haciendo nuestro Señor ahora mismo? ¿Crees que ya no nos estima y por eso se va?— Preguntó con un toque de tristeza al animal como si este le entendiera, como si buscara consuelo en él.

Sin embargo contra todo pronóstico el gran caballo relinchó como si con eso buscara responder las inquietudes de su cuidador, la realidad era que si podía entenderle, no solo era un equino muy rápido sino también uno inteligente no por nada fue una de las 3 joyas de China en la antigüedad.

—¡Tienes razón, el también necesita su espacio!— Exclamó con renovado buen humor.

El caballo dio un nuevo relincho de alegría por haber ayudado al estratega con su problema, acercó su cabeza para que lo acariciara una vez más antes de que se fuera.

—Mi señor, sólo espero qué en dónde esté no la esté pasando mal —Puso la mano en la cabeza del equino y miró a la luna deseando lo mejor para su superior, si en verdad los Dioses existían entonces se encomendaria a alguno, le rogaría de rodillas solo para que Housen no esté deprimido y no haga alguna locura como la que hizo en vida.

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—Ahh~— Pequeños y sensuales gemidos escapaban de la boca del General Volador mientras su vientre estaba siendo acariciado y recibía una infinidad de besos que hacían a su piel erizarse.