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Jisung, como cada mañana subía con su viejo coche la empinada carretera que llevaba al aparcamiento de los empleados, detrás del hotel. Se le había colado dos veces en el camino, y le había costado varios intentos ponerlo de nuevo en marcha.

El carburador funcionaba fatal, pero aun tendrían que pasar tres o cuatro meses para poder ahorrar el dinero suficiente y cambiarlo.

El mes pasado se había gastado todo sus ahorros en gasolina y en unos neumáticos nuevos y no puede permitírselo.

Tal vez si este domingo no compraba las verduras que había pensado comprar pudiera ahorrar algo, pero su médico le había dicho que estaba preocupado por él porque no estaba ganando suficiente peso.

Lo cierto es que se había pasado los últimos días pensando en la oferta de Minho. Al menos se había dado cuenta de que le estaba diciendo la verdad, que no estaba detrás de su dinero, pero no entendía esa exigencia suya de que tenía que vivir con él durante el embarazo.

También aún seguía insistiendo en que dejara su trabajo.

En su adolescencia Jisung había repartido periódicos, había trabajado en varios supermercados... cualquier cosa con tal de ganarse unos cuantos wons para poder ahorrar y marcharse del infierno que había sido para él la casa de su padrastro.

Si dejaba de trabajar, ¿Que haría cuando tuviera a su bebé y aparte tener que arreglárselas por su cuenta de nuevo? Bastante incómodo se sentía ya con la idea de aceptar dinero de Minho como para depender por completo de él.

Le había pedido que le diera unos días para pensarlo, pero todavía no estaba seguro de hacerlo.

Por fin había llegado al aparcamiento. Estaciono su vehículo, y al ver en su reloj la hora, maldijo por lo bajo. Diez minutos tarde.

Se bajó del coche y se dirigía a toda prisa a la entrada trasera del hotel. El gerente era un autentico, tirano. No toleraba la impuntualidad, y a Jisung por culpa de su coche, era la tercera vez que llegaba tarde en dos semanas.

Entro en el edificio, e iba camino a los vestuarios del personal, cuando al dar vuelta en la esquina se encontró al supervisor del turno de mañana esperándolo de pie.

— Siento llegar tarde — Se excusó Jisung — He tenido problemas con el coche.

El supervisor lo miro enojado.

— Eso dícelo al gerente, te espera en su despacho.

Genial. El día no podía haber empezado mejor.

Se dirigió a la oficina del gerente.

En la antesala la secretaria lo saludo con una sonrisa.

— Pasa — Le dijo — Está esperándote.

Cuando Jisung entro su jefe estaba hablando por teléfono pero le hizo un gesto para que se sentará en la silla frente a su escritorio.

Jisung había aprendido que lo mejor en esas situaciones era guardarse el orgullo y responsabilizarse de sus actos, así que cuando colgó el teléfono y se volvió hacia él.

— Siento llegar tarde. Pero le doy mi palabra que ya no volverá a ocurrir.

— Es la tercera vez en dos semanas, Jisung.

— Lo sé, y lo siento.

— Muy bien. En ese caso para compensar harás turnos extras esta semana. Tenemos a varias personas que no vendrán a trabajar a causa de la gripe.

Jisung había trabajado cincuenta horas la semana anterior y de pasar tanto tiempo de pie le dolía la espalda.

Además últimamente, por muchas horas que durmiera, siempre se sentía cansado. Debía de ser por el embarazo.
Sin embargo también sabía que si se negaba a hacer esas horas extras le estaría dando a su jefe un motivo para despedirlo. El gerente sabía que al cabo de unos meses, Jisung se daría de baja. De hecho estaba buscando un pretexto para deshacerse de él antes.

ᴇᴍʙᴀʀᴀᴢᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴜɴ ᴍɪʟʟᴏɴᴀʀɪᴏ || ᴍɪɴꜱᴜɴɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora