La brisa fresca paseaba tranquilamente por el lugar, moviendo con suavidad las hojas de los árboles mientras los rayos solares adornaban ese pequeño y hermoso poblado; dándole un toque único para el que apreciaba esos detalles.
Una joven azabache andaba cerca de allí, observando ensimismada el lugar; ignorando el resto. Le llamaba la atención el contraste del color de las hojas y del tronco, también las flores que reposaban en las raíces de estos; maravillándole aunque no lo dijera en voz alta.
Desvío la vista un segundo al escuchar risas adelante, frunciendo el ceño ante la presencia de un par de jóvenes burlándose de otro; que parecía ser menor en edad y en tamaño.
Se acercó pausadamente, llamando la atención de los agresores sin siquiera llegarse completamente; aún le faltaba un par de metros y estos estaban totalmente concentrados en ella.
Uno de pozos azules y de vestimenta marrón se arregló el cabello, relamiéndose los labios. En cambio, su compañero quedó estático al ver tanta belleza en una persona; sonrojándose furiosamente y acelerándose su corazón.
Más sin embargo, los pozos rojizos y afilados de la joven se dirigieron al castaño del suelo; extendiéndole la mano al ya estar cerca. El agredido parpadeó varias veces sin comprender, pensando que era una simple broma; ya que las femeninas de su pueblo siempre le ignoraban.
Al corto tiempo él aceptó por fin su mano, agachando la cabeza antes las palabras hirientes del par de varones; los cuales eran tomados sin importancia por la azabache.
-Larguense - sentenció la muchacha con su rostro inexpresivo, causando no solo escalofrío en el par de jóvenes malechores sino también al que estaba a su lado; observando fijamente al oji-azul, estando segura de que haya sido él quien golpeó al castaño.
-¿Por qué? ¿Acaso nos harás algo? - la recorrió con la mirada antes de proseguir, notando por igual el arma que portaba.
La azabache entrecerró sus ojos; estremeciéndose su compañero. Ella estaba dispuesta hacerles entender con acciones, sino se marchaban en un minuto.
-R-ryu, por favor, vámonos - susurró nervioso mientras colocaba sus manos en los hombros masculinos; tratando de hacerle cambiar de opinión.
-¡Cállate, maldito cobarde! - se zarandeó irritado, alzando luego su dedo índice hacia la joven; que no se inmutó en ningún momento - tú, has corrido con suerte, pero Kiyoshi... - el nombrado tembló asustado; siendo observado de reojo por la azabache, para volver hacia el oji-azul - me la pagarás más tarde - alejándose de allí en grandes zancadas; dejando atrás a su compañero, que se disculpaba con ambos.
El anterior mencionado soltó un suspiro aliviado, estremeciéndose al recordar que al caer la noche se ganaría en verdad una paliza; olvidándose un segundo a la joven que le salvó. Al ver su figura avanzar para marcharse, balbuceó en un intento de detenerle; sudando de los nervios al lograrlo y tener su absoluta atención.
-G-gracias, señorita -.
Ella simplemente asintió con su expresión habitual, haciendo incomodar más al pobre muchacho; que comenzó a encogerse en su lugar.
-Tú - el castaño tembló ante el llamado de la recién llegada; percatándose de su extraño uniforme negro y de la katana que reposaba en su cadera derecha.
-¿S-si? - un millón de pensamientos lo albergaron, imaginándose cualquier cosa que ella podría hacerle; pues, no quería pensar mal de la desconocida, pero en verdad era aterradora y al mismo tiempo una diosa ante sus ojos.
-Ten más cuidado la próxima vez, y defiéndete - aconsejó con el ceño ligeramente fruncido, retomando sus pasos con dirección al pueblo; extrañando al castaño.

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Luz de Sangre
CasualeEn una resplandeciente luna sangrienta, se presentó el ser más temido y ruin de la tierra; dispuesto con acabar con la única persona que le impedía la inmortalidad. Ella, sabía bien su destino después de ese encuentro, a pesar de anhelar quedarse co...