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Pronto sin que realmente hubiesen sentido el pasar del tiempo, tres años habían transcurrido

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Pronto sin que realmente hubiesen sentido el pasar del tiempo, tres años habían transcurrido. Y durante todo ese tiempo Percy y Annabeth habían logrado mantener su amistad como un secreto para sus familias. Ahora ambos chicos de catorce años se consideraban como el mejor amigo del otro.

—Hola listilla —la voz de Percy se escuchó desde la cima del árbol.

Annabeth miró hacia la copa del viejo roble, donde un joven vampiro se encontraba de pie sobre una de las ramas.

—Hola, sesos de alga. Llegas temprano —murmuró, siendo consciente de la tibieza del sol sobre su piel.

—Solo un par de minutos —el adolescente exclamó aterrizando suavemente frente a ella. Luego se deslizó a su lado con una velocidad casi humana—. Quería verte antes.

—¿Querías verme antes? —Annabeth preguntó alzando ligeramente una de sus cejas rubias.

—Sí. Ya sabes, me gusta estar contigo... digo hablar contigo —se corrigió sin poder ocultar los nervios en su voz.

Annabeth sonrió al ver un ligero sonrojo en el rostro de Percy.

—¿Y de qué quieres hablar?

Con la pregunta de Annabeth, las pupilas de Percy se dilataron al sentirse descubierto. Así que solo se encogió de hombros mientras pensaba en una salida.

—Mira, el sol está empezando a ocultarse —los ojos de Percy abandonaron ese cielo naranja rojizo para volver su mirada hacia Annabeth, y al segundo se arrepintió. Pues el rostro de Annabeth bañado bajo la luz del atardecer parecía como si la adolescente a su lado estuviese cubierta de oro, y aquello era demasiado bello para sus ojos.

—¿Qué? —Annabeth le pregunto de la nada.

—¿Qué? —Percy repitió aturdido.

—¿Por qué me miras así? No me digas que me cayó algo —dijo llevándose las manos a la cabeza.

—Ah, yo... No —la voz del chico tembló otra vez, lo que lo llevo a reprenderse internamente. No tenía ni idea de que le estaba pasando, pero últimamente aquella chica junto a él lo ponía seriamente nervioso—. Quieres ver el atardecer desde arriba.

Annabeth lo miró. Percy estaba actuando muy raro. Aun así, su propuesta no le desagradaba. Sabía que la vista del atardecer desde la cima del roble sería increíble, y aunque antes solía tener mucho miedo a subir al viejo árbol, desde que Percy la había estado ayudando a subir, poco a poco ella había ido perdiendo el miedo.

—Sí, seguro se ve increíble —ella respondió poniéndose de pie.

De un salto veloz, Percy también se puso de pie. Se acercó a ella, y en ese momento se dio cuenta de que quizá eso también había sido muy mala idea. 

—Sesos de alga, me vas a ayudar o, ¿no? —dijo la rubia poniéndose las manos sobre las caderas al ver que el muchacho parecía haberse convertido en una estatua.

Cuando el sol este muriendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora