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Hace unas horas que el Jet de Lio había aterrizado en el enorme patio de la casa de Joaquín Guzmán

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Hace unas horas que el Jet de Lio había aterrizado en el enorme patio de la casa de Joaquín Guzmán. Y tal como Kun le había dicho, el líder del cartel lo había esperado junto con su gente.

Estaban en la sala de la enorme casa, esperando la presencia de Rodrigo, pues tal parecía que se había tomado la libertad de salir de fiesta con el sobrino del narcotraficante.

—No creo que vuelvan ahorita, Lionel —insistió Joaquín.

—Ese pelotudo tenía que estar acá. ¿Qué pasó?—respondió con reproche— No tenías que dejarlo salir, Joaquín. Ahora mirá dónde se fue a meter.

Lionel estaba molesto, se suponía que todo esto era para la libertad del argentino, y aquel se había tomado el atrevimiento de salir a conocer los alrededores.

—Eres mi más fiel aliado, Leo. No podía tener encerrado a Rodrigo —explicó aquel con calma.

El argentino se levantó del lugar con enojo, estaba decidido a salir a buscar a Rodrigo, así eso le llevase horas.

—Es peligroso que salgas así, Leo —habló Joaquín—. Deja que mi gente te acompañe, creo saber dónde está Rodrigo.

Lionel volvió a tomar asiento.

—Tengo que buscarlo porque me voy a ir hoy. Dejé bastantes asuntos pendientes para venir hasta acá.

Sin más, el narcotraficante mexicano dio órdenes y salieron al garaje. Lio odiaba llamar la atención, por lo que se negó a ir en la enorme camioneta blindada.

—Es por seguridad, Lionel —insistió Kun.

—¿Qué les dije recién? Al auto.

No les quedó más que salir en el auto. Después de media hora, aproximadamente, se detuvieron en un gimnasio que parecía pertenecer a una universidad.

—Joaquín me dijo que Rodrigo lleva varios días viniendo acá con el sobrino —explicó Kun al ver la confusión de Lionel.

El argentino asintió comprendiendo.

Esperaron alrededor de diez minutos, pero no había rastro de Rodrigo, cosa que comenzó a desesperar al rosarino.

Ladeó la cabeza hacia la ventanilla del auto, permitiéndole observar a lo lejos a dos tipos, ambos con el cabello largo y ondulado, pero uno de ellos había destacado más. Era un hombre alto, con una diadema negra alrededor de su cabeza que aplastaba sus rizos. Sus ojos eran color miel, su nariz aguileña y tenía una sonrisa preciosa.

Lionel había quedado cautivado con la belleza del más alto, nunca había visto algo parecido, parecía alguien de otro mundo. Su corazón se había acelerado de manera sobrenatural, podía sentir como su cerebro reaccionaba ante la belleza de aquel mexicano.

Abrió la puerta del auto, decidido a conversar con aquel tipo, pero fue detenido por Kun.

—Allá está Rodrigo, mirá —llamó su atención, haciendo que girara su cuerpo para observar al argentino.

Ellipsism || Mechoa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora