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— ¡Chingas a toda tu madre, Javier! —gritó Alexis con frustración

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— ¡Chingas a toda tu madre, Javier! —gritó Alexis con frustración.

Todos rieron con diversión al ver al pequeño Alexis tan desesperado. Estaban sentados en el sofá de la sala, jugando un videojuego que el mismo Alexis había comprado el día anterior.

—Pinche juego culero —volvió a hablar, provocando otra risotada de los mayores.

—No es nuestra culpa que estés tan pendejo para jugar —contestó Andrés entre risas.

—No te enojes, Alex —Hirving trató de calmarlo.

El menor bufó con molestia.

—El wey que me vendió el juego dijo que un niño pendejo de diez años no tendría problemas para jugarlo...

— ¿Entonces estás más pendejo que un morrito de diez años? —se burló Javier.

La puerta del departamento se abrió. Ninguno se giró a ver quién era, pues era más que obvio que Guillermo era el único que podría haber entrado.

— ¿Llegaste tan rápido? —preguntó Andrés sin quitar su atención de la pantalla.

—Vine a cambiarme... —respondió a lo lejos.

Ninguno notó que alguien ajeno había entrado a su hogar. Nadie se dio cuenta de la presencia de Lionel en el pequeño departamento.

— ¿Quién es este wey? —preguntó Alexis señalando a Lionel.

Bueno, tal parecía que Alexis sí se había dado cuenta.

Todos dirigieron su atención al intruso que Vega había señalado.

— ¿Memo? —lo llamó Andrés con confusión.

Guillermo salió de la habitación con la camisa de vestir y el pantalón desabrochado, mostrando su tan cuidado abdomen. Cómo todos sabían, Memo era sumamente cuidadoso con su imagen personal, así que tener su cuerpo tan bien trabajado y cuidado era de suma importancia para el de rizos.

Guillermo estaba tan acostumbrado a exhibirse así con los chicos, que no le tomó importancia salir así frente a ellos.

Por otro lado, Lionel no sabía dónde poner los ojos. Su cuerpo reaccionaba a lo que sus ojos eran privilegiados de ver.

—Es un amigo, me pidió que le mostrara un poco la Ciudad —respondió de manera natural mientras abrochaba los botones de su camisa.

— ¿Desde cuándo tienes amigos? —preguntó Javier con sorna.

—Chinga tu madre, pendejo —respondió Memo, volviendo al cuarto para terminar de arreglarse.

—Wey, siéntate, que ese pendejo tarda horas arreglándose —le habló Andrés a Lionel.

Éste seguía inmóvil al ver al hombre que le atraía semidesnudo. Había visto su abdomen y el inicio de su zona v ¿Era normal que se sintiera en las nubes?

Ellipsism || Mechoa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora