Parte 2: Redención.

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¡Hola a todos!

En España, hemos empezado oficialmente el año nuevo, así que os deseo a todos un feliz 2023 y espero que estáis disfrutando con vuestros seres queridos <3 Aquí os traigo la segunda parte, espero que la disfrutéis y, a ser posible, me encantaría saber vuestras opiniones :3 En principio, ésta historia constaba de dos capítulos, pero tuve un brote importante de inspiración y, al final, se compondrá de tres partes :3 Ah, y quiero aclarar que Draken tiene dieciocho años en esta historia. Ahora sí, mil gracias por el apoyo <33

 Ahora sí, mil gracias por el apoyo <33

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Hideto Furuya


Durante las siguientes semanas, Mikey mantuvo una actitud distante con Draken, articulando las palabras justas y necesarias, tanto en su mera compañía como en la del resto de sus camaradas. Mikey sabía bien cuán injusto estaba siendo con el alfa, culpándole por una decisión que había sido lógica desde todo punto de vista. No obstante, se resistía a dar su brazo a torcer. Hasta que, de pronto, Draken dejó de buscar desesperadamente una reconciliación, y empezó a corresponder sus evasivas. Aquello disparó una alarma dentro de Mikey, de modo que, una noche, fue en busca del alfa con el firme propósito de limar asperezas. Aguardó frente a la puerta de su dormitorio, hecho un manojo de nervios e intercalando el peso de su cuerpo entre ambos pies.

—Mikey, en serio, empiezas a preocuparme —dijo el alfa, incapaz de procesar la visita del otro joven—. Llevas semanas enteras ignorándome, y de repente vienes a buscarme a casa y te comportas como si nada hubiera pasado. ¿Te das cuenta de lo absurdo que es todo esto? ¿A qué demonios estás jugando?

—Si he venido, es porque tengo la intención de hacer las paces —explicó Mikey, con la súplica reflejada en su mirada.

—O porque buscas a alguien que apague tus fuegos internos — espetó un receloso Draken, consciente de la proximidad del celo del omega—. ¿Acaso no cuenta mi opinión? ¿Te he invitado a venir en algún momento?

—Una vez, dijiste que no necesitaba invitación.

—Pues resulta que no es así, Mikey. Es mi casa, y no puedes entrar en ella cuando te dé la gana y sin avisar. Es una simple cuestión de respeto y coherencia.

—Bien, entonces me voy —sentenció Mikey, retrocediendo un paso—. Siento haberte molestado.

—No te estoy echando —suspiró Draken, reteniéndole por el brazo derecho—. Joder, ¿por qué eres tan dramático? —inquirió. Mikey le miró con el ceño fruncido y un amago de mohín en los labios, como un niño al borde de tener un berrinche. Y Draken no pudo evitar reír con suavidad—. Vamos, entra. No me entusiasma la idea de aguantarte otro mes cabreado.

Mikey suspiró, dejándose arropar por los brazos de Draken y arrastrar al interior del habitáculo. Reparó en dos latas de cerveza de la marca Kirin que yacían volcadas en una cómoda junto al cabecero de la cama.

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